Desde hace unos años, estar en crisis ha dejado de ser noticia. En 2008 sufrimos una especulativa, de la que parecía que nos íbamos a recuperar en 2010, pero todo se torció y caímos en un agujero del que realmente todavía no hemos salido. Es verdad que habíamos empezado a asomar la cabeza cuando llegó la crisis económica derivada de la covid, que ha vuelto a poner patas arriba el orden mundial. Si la anterior crisis que golpeó a Occidente era de origen especulativo, sin afectación energética, productiva ni alimentaria, esta presenta otros matices que sacan a la superficie la inviabilidad de la globalización salvaje. De acuerdo con el relato de algunos analistas, nos encontramos ahora ante un desabastecimiento generado por los cuellos de botella provocados por la reactivación del consumo y la producción tras el parón obligado por el coronavirus. Un problema agravado por los planes de recuperación, que potencian todavía más la demanda de ciertos bienes que escasean, y por la falta de contenedores para transportar mercancías desde Asia a Europa y América, debido a que las restricciones sanitarias impidieron que muchos de ellos regresaran a los puntos de partida, por lo que su precio se ha desorbitado. A estos importantes desajustes, se suman la escasez de microchips, lo que ha disparado su demanda, y de energía, sobre todo gasística. Estamos, por lo tanto, ante la tormenta perfecta. No hay que ser ningún lince para darse cuenta de que el desabastecimiento incrementa la inflación ocurre siempre que la demanda supera a la oferta, lo que dificulta la salida de la crisis económica derivada de la covid. Pero el problema es más profundo. De entrada pone de manifiesto que este modelo de consumo gigantesco es insostenible. La realidad es muy tozuda y el futuro inmediato pasa por potenciar la adquisición de productos kilómetro cero ahí no hay problema de contenedores y la economía circular, por mucho que pueda resultar cómodo comprar a golpe de clic y que nos lo sirva Amazon. Mientras no se nos meta en la cabeza que vivimos en un planeta con recursos limitados, crisis como la actual pasarán a ser estructurales.