Camino de cumplir siete años desde que fue desalojado democráticamente del poder y diez desde que quedó en minoría parlamentaria tras echar al PSN del Gobierno, UPN continúa ofreciendo preocupantes síntomas de falta de adaptación. El partido más votado en la Comunidad Foral sigue desnortado. después de haber exprimido la estrategia del miedo y de haber ejercido de falso oráculo con sus recurrentes vaticinios de que, sin su presencia al mando de las operaciones, lo que nos esperaba a la vuelta de la esquina era el caos.

Nada de esto ha ocurrido. Más bien al contrario. Desde el cambio de 2015 hasta la actualidad, se han ordenado las cuentas públicas, se ha rebajado la deuda en torno a un 10% pese a que la gestión de la pandemia cuesta un dineral y se ha dado finiquitada la red clientelar que tejió el regionalismo, incluso sin dejar de pagar las facturas heredades de ese modo de gobernar en beneficio de unos pocos, con negocios ruinosos como los peajes en sombra que todavía hoy cuestan más de 100 millones cada año. La idea de caminar hacia la construcción de una Navarra con la que pueda identificarse toda su ciudadanía, puesta en marcha bajo el mandato de Barkos y a la que Chivite ha dado continuidad, no cuadra con los planteamientos de UPN, que vive en su propio planeta. El del pataleo permanente fruto de su soledad política. Incapaz de imponer sus ideas, su peregrina estrategia pasa ahora por extender a Pamplona y Tudela donde conserva la vara de mando la agitación que practica sin ningún éxito en el Parlamento.

Una estrategia con poco recorrido, que Esparza aviva mientras acaba de ventilar un proceso exprés para seguir otra legislatura más al frente de su partido con un discurso agotado por repetitivo. Si nos atenemos a la puesta en escena con la que se anunció su candidatura, no parece que esta haya ilusionado en UPN. De hecho su proclamación ha sido recibida con más entusiasmo entre sus adversarios, que le ven como una pieza fácil de batir, que en su propia casa. En esta tesitura sorprende que el otra vez candidato tenga "la certeza" de que va gobernar Navarra, salvo que haya consultado al mismo oráculo que en 2015 le anticipó el apocalipsis, que ni está ni se le espera.