uno tiene cierta debilidad y fascinación por Francia, tengo que reconocerlo. Aunque también cierta prevención. En cualquier caso, cuando ves por aquí a alguien con un chaleco amarillo en la carretera es que ha pinchado o está ayudando en la organización del cross de fiestas txikitas de su pueblo. Si cruzas la muga y te topas con unos individuos ataviados con esta popular prenda fluorescente es que la están liando más parda que Claverina. Vamos, que están montando una revolución. No sé realmente de qué color, porque el amarillo es ambiguo y si hay que elegir lo prefiero en lazo, pero se mueven por algo más que el Black Friday. El cóctel (crisis social y territorial, populismo, chauvinismo, neoliberalismo macroniano...) en cualquier caso es explosivo. El detonante tiene que ver con el precio de los combustibles, pero es evidente que en el Estado vecino están jugando con gasolina social. Las formas del movimiento de los chalecos amarillos, que nos dejó las pasadas semanas centenares de camiones aparcados por las cunetas y parkings navarros tras el bloqueo de la muga, no deja de ser curioso y es hijo de los nuevos tiempos. En teoría es una protesta sin partidos, sindicatos ni líderes claros; surgida por una causa muy concreta en el mundo virtual, pero con efectos tan reales como cortes de carreteras y hasta un intento de asalto al Eliseo. Miles de personas en pie de guerra en toda Francia e incluso en sus posesiones ultramarinas... ¿Contenido ideológico? Un poco de todo más allá de la propia ira. Puede haber intereses detrás o intentos de arrimar el ascua a sus sardinas, aunque los analistas no acaban de ponerse de acuerdo. Eso sí, parece que la corriente va más bien por el arcén derecho... El caso es que este brote ha puesto en jaque a un Macrón que aspira reinar en Europa pero que tiene su patio casero patas arriba; ha desconcertado incluso a los partidos emergentes opuestos (desde Malenchon a Le Pen miran de lejos el tema); y en cualquier caso, evidencia una honda crisis social y política al otro lado de la muga al tiempo que es un acicate a la movilización, que nunca está de más. Francia siempre es un espejo, pero en fondo y forma me quedo con el 15M; por lo menos tenía detrás una cosmovisión.