La jornada de reflexión es un buen día para ir al cine y olvidarse un poco de las elecciones. Aunque claro, lo mismo te reponen Blade Runner y te sale en la pantalla el famoso monólogo de la replicante de Ridley Scott con aquello de: “He visto cosas que vosotros no creeriais... La ikurriña colgada en el balcón del Ayuntamiento de Iruña un 6 de julio; familiares de fusilados/as de la Guerra Civil pisando moqueta en vez de cuneta; mujeres navarras que podían abortar por fin en la sanidad pública; la carrera de Medicina en la UPNA; la satisfacción de quien logra una vivienda en alquiler en la selva inmobiliaria o un contrato, aunque sea parcial, tras la plaga de la crisis y los desahucios; municipios que borraban la frontera artificial de la Ley del euskera y otros acogiendo -también sin fronteras- a seres humanos que huían de la guerra y de la miseria; las calles llenas de gente protestando contra el juicio de La Manada; un 8 de marzo histórico, El Sadar rebosante de felicidad... Y todo esto se perderá en el tiempo como lágrimas en la lluvia de la abstención....” A diferencia de Blade Runner, el final de esta película no está escrito. Cada persona es soberana. Mejor reflexionar hoy que arrepentirse el lunes. Mirando hacia el futuro siempre hay incertidumbre. El cambio conocido y el cambio por conocer... Pero mirando hacia el pasado no hay muchas dudas de lo que puede pasar. Cambiando de plano, si se gira la cabeza hacia un lado se proyecta La vida de Bryan. Un clásico del multicine de la izquierda. La sala la derecha tiene una cartelera más reducida: el nuevo NODO o la historia de una coalición que parece una UTE de demolición. Una unión temporal de siglas para reducir a escombros el cambio foral y local que incluso renuncia a aquel navarrismo landista que marcó una época. Ahora el guion es casi un Navarra siempre p’atrás o un Desmontando a Harry sin humor. Hay que ver su programa: un manual de instrucciones de IKEA, pero al revés. Quién se lo iba a decir cuando se quejaban de las coordinadoras del “ez”. En fin. La última palabra la tiene la ciudadanía y los pactos postelectorales. Ahora toca votar. Y como cantan en Osasuna, “volveremos otra vez”... ¡Aípa rojos y rojas!