ere Aragonès (ERC) presenta hoy su candidatura a la presidencia de la Generalitat catalana con un buen puñado de incertidumbres por despejar. No parece que la que sería más grave, la de su propia investidura fallida, esté en el catálogo de opciones en tanto no es conveniente para la mayoría política salida de las urnas y que pone al Parlament en manos del independentismo. Pero, más allá de la previsión de que su candidatura saldrá adelante en una segunda votación por mayoría simple al no alcanzar hoy mismo la mayoría absoluta, el resto del dibujo político se antoja difícil de desentrañar aunque repite algunas tendencias de experiencias pasadas. El pulso interno del independentismo persiste aunque se haya invertido la relación de fuerzas. Junts per Catalunya (JxCat) despejó ayer tarde que ha decidido que Aragonès sufra una derrota en primera votación aunque la viabilidad de la legislatura pasa por que tanto el partido de Puigdemont como ERC asuman que están condenados a entenderse. Se han invertido los términos y ahora el liderazgo corresponde a los herederos de Companys, quienes no hace tanto ya gobernaron en coalición con el PSC, escenario ahora mismo imposible. La mayoría parlamentaria que deberá dar aire al gobierno de Aragonès depende tanto de JxCat como de la CUP. Un escenario ya conocido y que en el pasado fue causa de inestabilidad por la difícil relación constante con las dinámicas antisistema de la fuerza anticapitalista, que ha sido un factor de presión constante hasta el punto de condicionar y dilatar sus presupuestos durante la anterior legislatura. La amenaza -diferida- de recuperar la agenda unilateral está en el acuerdo de ERC y la CUP, lo que llevaría con toda seguridad el curso de las instituciones catalanes a un rumbo de colisión con el Estado. Esquerra se ha dado tiempo en ese escenario, lo que le permitiría arrancar la legislatura con la CUP apaciguada pero siempre vigilante. Será una cuenta atrás en la que las opciones del diálogo con el Estado irán mermando a medida que se acerque el horizonte del conflicto y las dinámicas de un nada descartable anticipo electoral en el Estado. Ese tiempo puede servir para afrontar la difícil relación entre las fuerzas independentistas, confrontadas por definición por el liderazgo del movimiento. No son los mimbres más optimistas en el entorno socioeconómico que lo enmarca todo.