eptiembre es cada año el mes del alzhéimer, un tiempo dedicado a trasladar a la opinión pública el alcance de esta enfermedad y, este año en especial, a reivindicar el diagnóstico precoz como clave para iniciar el abordaje integral de la enfermedad. También, un año más, a insistir en la labor y el papel de los cuidadores y cuidadoras, muchas veces vinculados de forma directa al entorno familiar y personal del enfermo. En Navarra, hay más de 7.000 personas afectadas, 5.700 ya diagnosticadas, y otras 20.000 sufren las consecuencias de la responsabilidad de atención y cuidado a los enfermos. Un mayor respaldo de la Administración, más atención, más recursos directos, un aumento de plazas en los centros específicos, un incremento de las partidas para investigación, una atención sociosanitaria integral a los enfermos y a sus cuidadores y una revisión de la Ley de Dependencia devaluada en sus prestaciones y servicios que agilice los trámites y garantice una adecuada asistencia, son algunas de las demandas que los familiares de los enfermos de alzhéimer y los profesionales. Y la demanda de que la apuesta por la evaluación temprana debe ir acompañada de la generación de espacios donde los afectados por demencia puedan prolongar su independencia y sus procesos de toma de decisiones. Son muchas y muy amplias las necesidades personales y sociales que genera esta enfermedad. La crisis económica primero y la crisis sanitaria ahora de la pandemia del coronavirus han venido a agravar la situación. Y no estamos hablando de un mal menor. Por la propia evolución demográfica de nuestra sociedad, la esperanza de vida va en aumento -en pocos años casi 30.000 personas tendrán más de 85 años-, pero eso supone que enfermedades de tipo degenerativo asociadas en buena medida a la edad incrementarán su incidencia. Es el caso del alzhéimer, una enfermedad con una idiosincrasia dura para el enfermo que ve cómo poco a poco pierde su memoria, sus recuerdos y el control de su vida, pero también para su entorno, que además ha de hacer frente a la degeneración de la enfermedad de un ser querido y su progresiva conversión en una persona dependiente, con el vuelco familiar que eso supone. Sigue siendo necesario demandar políticas valientes y activas para luchar contra esta y otras devastadoras enfermedades degenerativas. Por respeto a nuestros y nuestras mayores.