a neutralidad es el papel institucional que la Constitución de 1978 establece para el sistema de la monarquía parlamentaria española y ése es el que corresponde a Felipe de Borbón como jefe del Estado. Si se rompe esa neutralidad para tratar de asumir posiciones políticas e ideológicas se está incumpliendo la propia Constitución. No hay mucho más. La emboscada política y mediática que prepararon la pasada semana los sectores más reaccionarios y conservadores de la judicatura española contra el Gobierno de Sánchez a cuenta de la entrega de despachos a nuevos abogados en Barcelona no es sino otro intento más de tumbar ese Gobierno y a la mayoría parlamentaria que le apoya y de desviar la atención sobre la antidemocrática inhabilitación del president Torra. Que Felipe de Borbón haya sido utilizado o no por Lesmes y su grupo de magistrados, afines al PP, en esta nueva bronca política y mediática no resta gravedad a los actos y filtraciones que ha protagonizado la Casa Real y que sólo han contribuido a azuzar el fuego político y la sensación de inestabilidad. Ello le sitúa fuera de la neutralidad que cabe exigir a su papel institucional. De extrema gravedad. Lesmes preside un Consejo del Poder Judicial en funciones desde hace dos años con la necesaria ayuda del PP, que se niega a cumplir su obligación constitucional y democrática de renovar el órgano de gobierno de los jueces. Controlan con una amplía mayoría el CGPJ y siguen nombrando jueces a su conveniencia política para los altos tribunales del Estado y para los de las comunidades autónomas pese a tener su mandato caducado. Su intención es seguir con la polítización de la justicia primando la afinidad ideológica y política en esos nombramientos. Una anomalía constitucional y democrática. Y un escándalo más del control de la Justicia española que sólo incide en la pérdida de credibilidad social que genera la visualización de una magistratura cada vez más cuestionada en su independencia, imparcialidad y garantismo democrático. Y entre todo este barullo a Casado no se le ocurre otra cosa que afirmar que a “Felipe VI le votamos los españoles y a Iglesias y a Garzón, no”. Es mentira, por supuesto. ¿Cuándo ocurrió eso? Nunca. Nadie ha votado a Felipe de Borbón. Tampoco Casado, que ni siquiera votó la Constitución. Es jefe del Estado solo por ser hijo de su padre Juan Carlos, que por cierto lleva ya casi dos meses huido en un hotel de lujo de Emiratos Árabes. Al contrario, a Iglesias y a Garzón y a Sánchez les ha llevado al Gobierno el voto de millones de ciudadanos y un acuerdo democrático en el Congreso. Este es el estado de las cosas: el mundo al revés. Y el Estado oscuro -unas miles de familias y funcionarios y de políticos, financieros, periodistas, empresarios, militares y jueces y fiscales-, conspirando constantemente para convertir el Estado en insostenible y ocupar de nuevo todos los resortes del poder.