na de las imposiciones que arrastra la tarea de político gobernante es la visita oficial (con séquito de cámaras y periodistas) a lugares que sufren las secuelas de una catástrofe. Como todo lo que atañe a ese oficio, es un arma de doble filo: si te calzas las katiuskas para pisar el barro que deja una riada, te acusan de querer salir en la foto para obtener réditos de la tragedia; si te quedas en casa, acabas siendo señalado por insensible e incompetente. Nunca llueve a gusto de todos y en los últimos días menos. La presidenta María Chivite salió ayer de gira para observar el estado de su Comunidad, cercano estos días al apocalipsis. El territorio no está solo arrasado por la riada que provoca desde la madrugada del viernes inundaciones históricas; los casos de covid, batiendo récords un día tras otro, sitúan a Navarra a la cabeza del Estado y bajo la amenaza de nuevas restricciones. Además, el futuro de la planta de Volkwagen, el motor de la economía local, genera inquietud por lo que pueda afectar al empleo directo e indirecto. Entre unas cosas y otras, la tormenta perfecta. Si con tanta adversidad este año no cae una lluvia de millones en la Lotería de Navidad es que no hay justicia divina.