esde que se publicaron las fotos de Iñaki Urdangarin con Ainhoa Armentia, paseando de la mano y abrazados en una playa cercana a Bidart (Francia) parece que la única duda mediática es saber si a la infanta Cristina le ha pillado por sorpresa la presunta infidelidad del ex jugador de balonmano. Desconozco la relación que tenía Urdangarin y la infanta, si estaban separados y hacían cada uno lo que querían, ella en Suiza y él saliendo y entrando de la prisión alavesa de Zaballa. No me interesa realmente si hay una mujer que hoy se siente atraída por quien se lucró aprovechandose de su condición de yerno del rey. Lo que realmente me molesta es que se quiera presentar a la ex duquesa siempre como la víctima porque ella estuvo junto a su marido en los momentos más duros del caso Noos... Independientemente de sus afectos no podemos olvidar que se utilizaron ambos para salir la primera de rositas (de los delitos fiscales que se le imputaban), y el otro pues casi también (5 años y 10 meses con denuncias por trato de favor en prisión) de la trama de corrupción. Negocios que superaron los 10 millones en cinco años -sin pegar un sello- y encarrilados bajo la presunta tutela de la casa real. Ella no sabía nada de los negocios de su marido pero se benefició de la tarjeta de crédito que compartían. Desconocía el origen del dinero ingresado en las cuentas de Aizoon, empresa que compartía al 50% con su marido. Nos debería preocupar también porqué le pagamos escolta a Urdangarín y cómo es posible que un preso en tercer grado puede salir del país para pasearse con su nueva churri con tanta alegría. Ninguno es víctima salvo de su codicia.