avarra es una de las comunidades que ha optado por mantener otras dos semanas las restricciones para tratar de paliar los efectos de la sexta ola del ómicron. Creo que está bien. Los datos, al menos de momento, indican que los efectos de esta variante están en proceso de reducción. Y por eso es importante mantener la tensión social. Para no tropezar por enésima vez de golpe en la misma piedra. Seguramente, las restricciones ya no tienen el mismo efecto epidemiológico que hace un mes, pero sí contribuyen a alimentar la tensión social. Parece evidente que los objetivos que llevaron a la puesta en marcha de pasaporte covid, principalmente el impulso hacia la vacunación de los sectores negacionistas y reacios de la población, ya han tocado techo. Sirvió para que unos miles de ciudadanos se pusieran las dosis contra el coronaviruis, aunque fuera solo por poder acceder a tomar unas cañas en un bar o a comer o cenar en un restaurante. Es lo que hay. Pero el tope parece haberse alcanzado ya. Aún hay un 8% más o menos de navarros y navarras que siguen rechazando la vacuna. Y no parece que ni la obligación del pasaporte covid les vaya a mover de su inmovilismo antivacunas. Más aún cuando más que obligación es una supuesta obligación, ya que la exigencia de ese documento ha ido reduciéndose con el paso del tiempo hasta pasar a ser prácticamente residual. Y algo similar ocurre con la mascarilla en exteriores. Tampoco parece ser una medida imprescindible desde el punto de vista epidemiológico, a no ser que concurra una situación social de grandes aglomeraciones, pero al menos como el pasaporte covid aporta una imagen cotidiana que recuerda que el coronavirus sigue presente con todas sus consecuencias. Y menos aún se puede obviar la situación de agotamiento profesional y humano de los sectores sanitarios más afectados en Urgencias o Atención Primaria. Aún hay ingresadas en Navarra por los efectos de la covid-19 en sus diferentes variantes 256 personas, 26 de las cuales se encuentran en puestos UCI. Sin olvidar que el goteo diario de fallecimientos -dos, tres, cinco...-, quizá impida entender el alcance real de la mortandad de esta sexta ola desde que comenzara a mediados de octubre. Los efectos globales sobre el alto nivel de contagios han sido menores que en olas anteriores principalmente por la cobertura de las vacunas, pero eso no impide que las consecuencias humanas hayan sido igual de duras. Por ello, más allá de su efectividad sanitaria, el valor simbólico de mantener activo el pasaporte covid o las mascarillas en exteriores sigue siendo válido para recordar que este tiempo de convivencia es aún inseparable del coronavirus. Quizá llegue eso que llaman la gripalización de la covid antes que después -dicen los expertos que el aumento de contagios entre los menores con consecuencias leves es otro paso más hacia el fin de la pandemia-, pero entretanto merece la pena seguir confiando en los profesionales sanitarios y huir como de la peste de los negacionistas y conspiranoicos. La respuesta más eficaz y cercana sigue estando en la ciencia. Ya se ha dado luz verde a la pastilla doméstica contra la covid. El mismo día que se anuncia un detector precoz del cáncer de páncreas y una vacuna contra el VIH. Ni tan mal, pese a todo.