ariúpol, en el sureste de Ucrania, es una de las ciudades más afectadas por los bombardeos desde que empezó la guerra. Se habla de más de 1.300 civiles muertos. La población resiste sin agua ni calefacción y escasez de alimentos y medicinas. Unas terribles imágenes nos mostraban el jueves a voluntarios depositando en una gran fosa común a los centenares de muertos, envueltos en bolsas de plástico, tras el asedio ruso a la ciudad. También esta misma semana alumnos del instituto Navarro Villoslada y de otros centros de intercambio de Olorón y Portugal tenían la oportunidad de asistir a la exhumación de otra fosa común, en Berriozar. En ese cementerio fueron enterrados entre 1936 y 1942 un total de 47 presos procedentes del penal de San Cristóbal entre fugados ejecutados, y los que murieron como consecuencia de las enfermedades y las precarias condiciones. La actividad forma parte del programa 'Escuelas con memoria' del Instituto Navarro de la Memoria que trata de acercar la memoria histórica y la represión franquista a las aulas, fomentar el respeto a los derechos humanos y el pensamiento crítico. Sin duda una experiencia inolvidable que seguro ha calado de manera diferente en estos chavales adolescentes que ya han conocido de cerca otra guerra, quizás no tan diferente a la de sus abuelos, no sólo por las imágenes que ven estos días en televisión, en las páginas de periódicos o en los vídeos de redes sociales sino porque, además, a una parte de los más de 2,5 millones de refugiados ucranianos, muchos de ellos de su edad, los van a poder conocer de cerca cuando salgan de sus casas.