el índice de calidad de vida cada vez más está incluyendo más aspectos culturales, biológicos y ambientales. Los hasta ahora dominantes relacionados casi exclusivamente con el poder adquisitivo, la comodidad u otros van cediendo el paso.

Esa es la tendencia que se registra sobre todo en algunos países europeos como Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca, Alemania? de forma mucho más acusada que en el Estado español. En dichos países se ha dado hace años un paso realmente espectacular y de horizontes muy crecederos. Las administraciones de esos países han incluido entre los aspectos para medir el bienestar nada menos que la variedad y la cantidad de aves avecindadas en un lugar. Medida que no puede resultar más coherente. Porque no hace falta ser un experto ecólogo para reconocer que la presencia de animales tan conspicuos, visual y acústicamente, como las aves, delatan las características de la totalidad del derredor que usan. Una de las leyes más sólidas de la ciencia que estudia los nexos entre todas las formas de vida y entre éstas y los ámbitos que posibilitan su existencia es precisamente que todo tiene una enorme trastienda. Lo que no vemos sostiene a lo que vemos. Tras cada pájaro cantando hay siempre un complejo sistema que debe mantener muchas vidas y mucha salud para que hasta nuestros tímpanos llegue esa música sin partituras.

Las aves son signos externos de esas otras riquezas que son las aguas limpias, los suelos fértiles, los bosques, y una cierta alianza entre los usos humanos y espontáneos de ese mismo paisaje.

Cuando se usa con tintes despectivos el término “pajarero”, ciertamente se ignora que nadie detecta mejor la creciente degradación ambiental que los ornitólogos. Sus conocimientos sobre el paisaje equivalen a los que el médico de cabecera tiene sobre nuestra salud física.

Tras la presencia de una comunidad zoológica en un espacio concreto, lo que deducimos es una reducida contaminación de los aires, los alimentos, escaso o nulo ruido, variedad vegetal y hasta escasa prisa. Esos parámetros van configurando la convencional idea del lugar idílico, ameno, agradable, delirante, encantador, etcétera; es decir, de ese ámbito al que aspiramos casi todos, al menos a la hora de relajarnos, descansar o conseguir calidad ambiental en el entorno donde se vive.

El Índice de Aves Comunes o Common Bird Index es uno de los referentes principales del Sustainable Development Indicator de Eurostat, que sitúa el estado de las poblaciones silvestres de aves junto a referentes de otro tipo, como el nivel de empleo, el consumo de energía o la esperanza de vida, para calibrar el grado de bienestar real que tiene los y las europeas.

Hay más. Sobre todo, la evidencia de que cada día se alejan más el bienestar básico y el crecimiento económico. Esto se debe a que la mayor parte del segundo se queda en escasísimos beneficiarios por lo que se incrementa la percepción de una mínima correspondencia entre el esfuerzo de los muchos unos y los privilegios de los pocos otros. En medio, un derredor roto.

La paradoja, tan desoladora como camuflada, es que para que aumente la riqueza monetaria de unos debe quedar maltrecho el patrimonio común. Ése que forman las leves transparencias del aire, la musicalidad del bosque, la libertad del agua, la contemplación de un escenario bello y, por tanto, lleno de relajante vivacidad. Las contaminaciones, desde la acústica hasta las diez formas de deterioro ambiental derivadas de la velocidad, incrementan el PIB y disminuyen el bienestar real. Pero con lo ganado por la destrucción del ambiente casi todos los así beneficiados de inmediato compran un lugar donde el derredor tiene esos pájaros, esas aguas o esos bosques donde se puede descansar del rentable destructivismo.

No obstante, todavía en Navarra somos unos privilegiados y nuestra Comunidad posee una notable riqueza en aves, que hay que preservar. En este pequeño territorio de poco más de 10.000 km2 se han registrado más de 310 especies, 250 de ellas de forma regular y el resto de forma ocasional.

Observar aves en Navarra, es una de las mejores formas de disfrutar de la naturaleza. Lo podemos hacer en diversas épocas del año, en unas más que otras, como es el caso del otoño y la primavera al ser épocas de migraciones de aves, pero también en pleno invierno.

A esto se suma la multitud de espacios naturales que podemos recorrer. No en vano, es una tierra llena de contrastes donde casi sin darnos pasamos de una árida estepa a un bosque frondoso. Esta gran variedad de hábitat hace que aniden aquí un gran número de especies: desde las esteparias a las rapaces, forestales o acuáticas? que están esperándonos en Navarra.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente