desde los antiguos filósofos griegos hasta hoy en día, se ha teorizado intentando definir qué es el arte y qué papel juegan los artistas. No hay una definición adecuada definitiva ya que depende de la visión de cada época. Desde el surgimiento de la fotografía, del cine, del cómic, de las instalaciones, del vídeo arte y del arte digital, aparecen continuamente expresiones y artistas incalificables, ya no se puede pensar que las bellas artes clásicas son las únicas válidas. Hoy en día surgen artistas multidisciplinares que conectan diferentes expresiones artísticas. Asimismo, en esta sociedad plural, multicultural, cada vez más feminista, que pone en valor la diversidad, toda expresión artística es válida. Depende a qué público le gustará más una expresión que otra, pero ninguna anula a su contraria, sino que se complementan y se intenta convivir en armonía. Se podría decir que hay, hoy en día, tantas prácticas artísticas como diferentes formas de expresión: poesía, novela, pintura, escultura, fotografía, cine, música, teatro, danza, performance, happening, instalaciones, etcétera.

Estamos inmersos en un mundo globalizado donde la información es instantánea y la movilidad por todo el mundo es facilísima, las influencias internacionales son continuas lo que está llevando a un caos donde es difícil discernir entre lo novedoso y lo original; y a la vez que nos enriquece tal variedad nos lleva a una saturación de imágenes, objetos, propuestas, acciones? que está impidiendo la reflexión y el sentido crítico.

El capitalismo salvaje hace que todo se someta a la dictadura de los mercados y el arte y los artistas no son ajenos a ello. El artista para sobrevivir tiene o bien que vender su obra (cada vez más complicado debido a la mencionada saturación), o dedicarse paralelamente a otra actividad que lo nutra (por lo que siempre hay una disminución de producción), o sobrevive a base de ayudas y residencias pagadas (su creación está condicionada al gusto del mecenas de turno: institución, fundación, centro de arte?). El arte como objeto de consumo, lo que lleva aparejado la superproducción (para rebajar costes y llegar a más posibles compradores) y la competitividad entre los artistas (para figurar, para ser cada vez más reconocido y que te compren o te ayuden).

En el mundo del arte actual nos encontramos con dos reflexiones interesantes, que merece la pena resaltar, que pueden ser antagónicas: Arthur C. Danto con su “abuso de la belleza” y Byung-Chul Han con su “salvación de lo bello”. El primero nos cuenta cómo desde la concepción de los dadaístas, que conciben el arte deliberadamente antiestético contra la concepción de la belleza establecida y es como repulsa e indignación ante una sociedad que les había llevado a la terrible Primera Guerra Mundial (donde los mismos escombros se convierten en testimonio de un nuevo arte), hasta hoy en día, se ha estimado que si eres un artista serio te expresarás rechazando la belleza en tu trabajo. El foco se pone ahora en la idea, en el concepto, en la experiencia estética, en las emociones, en el significado de la obra. El segundo, Han, habla precisamente del abuso de lo artificioso, del concepto, de lo pulido y del abandono de la belleza. Nos dice cómo hoy la industria del entretenimiento explota lo feo y asqueroso, lo hace consumible; y apela a que la contemplación de lo bello no suscita complacencia, sino que conmociona; y añade que inherente a lo bello es una debilidad, una fragilidad, un quebrantamiento, pura fuerza de seducción.

Cuando surge el arte conceptual defienden que la verdadera obra de arte no es el objeto físico producido por el artista, sino que son los conceptos y las ideas. El proceso creativo o work in proces (bocetos, notas, diálogos, maquetas?) tiene cada vez más importancia que el objeto terminado, lo que se expone ya es el desarrollo de la idea inicial sin que tenga que haber pieza final acabada. A su vez, la postmodernidad trae entre otras cuestiones consigo el individualismo, el subjetivismo, el culto a la tecnología y el menosprecio hacia el valor del esfuerzo. Además, Joseph Beuys dijo que todo ser humano es un artista y cada acción una obra de arte y para él las obras de arte son tan efímeras como la vida. Y frente al arte conceptual aparece el arte posconceptual donde la experiencia visual de la obra es fundamental, un arte que ofrece una resistencia a la domesticación. En un universo dominado por metáforas y por un excesivo discurso justificador pretencioso, se vuelve a poner en valor lo hecho a mano, el gesto, el trazo, así como el rito de pintar incluido cierto primitivismo.

Estamos viviendo una época de plenitud, donde cualquier opción de vida personal y de identidad sexual es válida, como asimismo, cualquier expresión artística es contemporánea. Nos encontramos en medio de la tormenta artística perfecta.