cada año, cuando llegan las fechas previas al sorteo de la lotería de Navidad, esos días en que lotería se vuelve omnipresente, me sucede lo mismo. Me pregunto si me apetece comprar lotería, si quiero jugar a la lotería. Hasta ahora aunque no muy convencido lo acababa haciendo, acababa comprando lotería. Sin embargo he decidido no comprar más.

Mi renuncia no tiene que ver con cálculos de probabilidades y con las escasas posibilidades de conseguir un premio importante, son otros los motivos. Mi decisión tiene que ver con la toma de conciencia respecto a qué es la lotería, qué nos lleva a comprar y apostar, así como otros aspectos que la rodean. Lo de las probabilidades no es ningún secreto. Si, por ejemplo, juegas a un número tienes una posibilidad entre cien mil de que te toque el premio gordo?

Habrá quien diga que a la lotería juega quien quiere y que no molesta ni hace daño a nadie y que se es muy libre de hacerlo. Y es cierto. Bueno, igual no todos que compran lotería lo hacen de manera absolutamente libre. Imagino que las personas con ludopatía, cuando compran lotería, no lo hacen libremente. Y cabría preguntarse, quienes ante una situación económica complicada buscan en los sorteos de Navidad la solución, o al menos una mejora de su situación económica, ¿lo harán totalmente libres? Supongo que no.

La lotería, básicamente, consiste en que grupo de personas pone un dinero, un bote o un fondo por decirlo así, y luego dejan al azar que decida quién se lo queda. Y yo me planteo, cuando varios amigos o conocidos, o los miembros de una familia, por ejemplo, juegan a la lotería, ¿estarían dispuestos a poner en un fondo lo que juegan cada uno y luego sortearlo a ver quién se queda con todo? Me pregunto cómo les sentaría a quienes no tuvieran fortuna que, su colega, amigo, hermano, etcétera se quedara con su dinero... Y también me pregunto ¿y quien ganara cómo llevaría el hecho de que ese dinero, que se va a quedar, es/era de los otros, de sus colegas, amigos o hermanos?

Cabe plantearse ¿tiene sentido, tiene lógica, es moralmente aceptable que uno se beneficie, que su patrimonio aumente a costa de lo que otros pierdan? ¿Aceptamos el premio sin cuestionarlo porque nos parece que es un dinero llegado del cielo o de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre? Y si supiéramos que muchas de las personas que han comprado lotería, que aportaron ese dinero que nos ha tocado a nosotros, lo han hecho por su adicción al juego o porque buscaban mejorar una situación económica difícil, quién sabe si próxima a la necesidad, ¿recogeríamos el premio tan alegremente?

En mi opinión, en el fondo y a lo grande -a lo bestia podríamos decir- eso es la lotería. Bueno, eso, una vez descontado el 30% que antes del sorteo se queda el Estado.

En el sorteo habrá unos pocos a los que la suerte les sonreirá y comenzarán el año que viene con su economía mejorada, pero tengo mis dudas de si eso es lo mejor que les puede pasar. Creo que los juegos de azar, por muy lícitos que sean, e incluso aunque parezca que la suerte te sonríe, prácticamente siempre, acaban dañando. Creo que el éxito, el triunfo y el medrar hay que buscarlo en uno mismo, en una misma, no afuera ni en el azar. Creo que si confiamos en nosotros mismos, en los frutos del trabajo y en la vida obtenemos los mejores resultados posibles.

Los anuncios de la lotería cada año nos encandilan con su bonita apariencia. Los mensajes de empatía, de solidaridad, de buena onda, que les acompañan son lindos. Pero teniendo en cuenta que su fin último es la venta de lotería, o sea, la obtención de ingresos por parte del Estado, se tornan en puro marketing de empresa, casi en un cebo. Este año, uno de ellos transcurre en un hospital y gira en torno a una persona enferma. No sé, creo que vender así la lotería roza el límite.

Me parece bien que la Administración envíe a la sociedad mensajes que promuevan la solidaridad, el trato amoroso, el gesto compasivo, tal y como se muestra en los anuncios. Pero pienso que lo puede hacer en cualquier otro ámbito o circunstancia al margen de la publicidad de lotería. Sin duda, resultará mucho más creíble, seguramente más efectivo y desde luego más honesto.

Creo que la Administración, al fomentar el consumo de lotería, está inculcando en la sociedad, o al menos favoreciendo, la adopción de valores basados en el enriquecimiento exprés, en el beneficio caprichoso y en la búsqueda de resolución de los problemas al margen del esfuerzo personal, lo que no me parece la mejor enseñanza.

El autor es abogado