l secretario de la Asociación de Hostelería y Turismo de Navarra ha calificado de "tomadura de pelo" el plan de desescalada del Gobierno. Asimismo, la presidenta de la Asociación Navarra de Pequeña Empresa de Hostelería afirma que "la situación es dramática tanto por el periodo de cierre como por el inicio de la actividad, escalonado y limitado". Varios hosteleros afirman que con los aforos que se plantean para los próximos meses no les salen las cuentas y que tendrán que cerrar. También se está insistiendo en que una medida para paliar las normas de obligado cumplimiento sería ampliar la superficie de las terrazas.

Está claro que esta pandemia ha puesto a nuestra sociedad patas arriba y que, si bien algunos negocios se verán favorecidos, la gran mayoría van a salir perjudicados y a muchas personas les va a afectar laboral y económicamente de forma drástica. El impacto que ha supuesto para la sanidad, los y las gerocultoras, el estamento educativo, la industria, el comercio, el ocio, la cultura, el deporte y el resto de actividades habituales hasta hace un par de meses y los valores que nos tocaba vivir se han visto trastocados y reconducidos a una realidad completamente distinta por la afección de esta crisis sanitaria y de supervivencia. Hasta las costumbres más ancestrales, afectivas, sociales y hasta gestuales se han modificado por este desconocido coronavirus.

No sabemos cuánto va a durar y, aunque nos gustaría que esta circunstancia fuera pasajera, de momento se estima en un año o año y medio el plazo mínimo para descubrir la vacuna que nos proteja de este patógeno, que probablemente no será el último según expertos y epidemiólogos. Así pues, con toda seguridad vamos a tener que cambiar de hábitos, movilidades y relaciones si queremos sobrevivir y tendremos que replantearnos las actividades esenciales de producción, suministro, transporte, formación, sanidad, cuidado, seguridad...

Las disposiciones que ha dictado el Gobierno van a limitar de forma sustancial el negocio de la hostelería en nuestra comunidad, con mayor incidencia en Pamplona y especialmente en el Casco Viejo. Nadie duda de la conmoción que van a causar las nuevas medidas en el empleo de la hostelería y el turismo pero, si bien es imprescindible no dejar en la estacada a los trabajadores, tanto de este sector como de cualquier otro, también es cierto que habrá que evaluar en la justa medida lo que tienen de esencial e imprescindible bares, restaurantes, hoteles, pisos turísticos, agencias de viaje... Porque una cosa son las personas, que no pueden quedar abandonadas, trabajen en lo que trabajen, y otra el mantenimiento de los negocios, muchos de los cuales no son precisamente pequeños establecimientos familiares. Las reconversiones se han ido sucediendo a lo largo de la historia y, más recientemente, hemos visto cómo afectaba la creación de grandes superficies al comercio minorista, cómo se han visto perjudicadas las artes gráficas y empresas publicitarias por el desarrollo de las nuevas tecnologías, cómo han desaparecido las tiendas de música, las mercerías, las librerías... ahora se ve afectada la hostelería y el turismo pero también los centros educativos, gimnasios, peluquerías, tiendas de ropa, cafés, cines, parques de atracciones... y tantos y tantos otros.

Habrá que replantearse y reinventar el tejido laboral y comercial de nuestras ciudades, creando una red industrial local con puestos de trabajo que cubran las necesidades básicas de la ciudadanía y además derivar mano de obra de unos sectores a otros para hacer frente a la crisis económica producida por esta epidemia que nos ha tocado vivir y que con toda probabilidad nos va a cambiar la vida. Y en esta nueva situación, lo que no se puede hacer es favorecer un tipo de negocio frente a otros y exigir un trato especial con la excusa del coste laboral que supone su adaptación a la situación de alarma sanitaria en la que nos encontramos y a las condiciones a las que nos vamos a tener que acostumbrar.

Por otra parte, la revisión de las terrazas, su aforo, ubicación y gestión, en especial las llamadas de mesa alta o barricas, se presume imprescindible. En muchas de las calles del Casco Viejo no hay espacio suficiente para garantizar el tránsito de personas con la existencia de estas extensiones hosteleras. Los vecinos necesitamos algo tan básico como disponer de al menos 2 metros libres para entrar y salir de nuestros portales, que las terrazas deberán respetar, no como hasta ahora. Y para transitar por la calle, necesitaremos que haya un espacio libre mínimo de 4 metros para poder cruzarse de una manera segura con quien venga en la otra dirección. Asimismo, como dice el código de circulación, en las calles de coexistencia, categoría que ostentan la práctica totalidad de vías del Casco Viejo, hay que posibilitar el tráfico de vehículos (con bolardos) diferenciando la zona exclusiva de peatones y la de automóviles (urgencias, vecinos, reparto, etcétera).

No podemos permitir que, aprovechando la coyuntura, los negocios hosteleros amplíen aún más sus límites en detrimento de ese derecho colectivo que es el espacio público, que se pretenda continuar con un modelo de ocio masificado, que ya se había demostrado insostenible, y que ahora resulta de alto riesgo para la salud de la ciudadanía. Resulta inadmisible que, teniendo que observar unas condiciones estrictas de alejamiento físico, unas medidas profilácticas severas y una readaptación de los servicios educativos, sanitarios, laborales y sociales rigurosos, el lobby hostelero se empecine en mantener un trato de favor y saltarse las normas recomendadas por las autoridades sanitarias y la comunidad científica.

Estamos inmersos en una epidemia que exige una distancia física rigurosa, una higiene y una prevención exhaustivas y un esfuerzo terapéutico y médico ímprobo. Todas las profesiones se están adaptando a las nuevas condiciones en las que vamos a tener que vivir en los próximos meses, hemos estado encerrados en casa sin poder ver a nuestros familiares y amigos, sin poder siquiera enterrar a nuestros deudos, los alumnos no han podido terminar sus cursos y la producción del país ha tenido que parar en seco. Se comprende que no es un plato de gusto para un sector que generaba unas plusvalías tan sustanciosas y daba trabajo a una parte nada desdeñable de personas, pero, lo mismo que el resto de comercios, industria y servicios, tendrán que anteponer la salud de todos a sus intereses financieros.

Es responsabilidad del Ayuntamiento garantizar la salud de la ciudadanía y su primera obligación es adecuar el tamaño de las terrazas con ese fin, pero no para ampliar los metros de ocupación, sino para reducirlos.

Firman este artículo: Marian Antoñana, Oskar Armendariz, Piluka Azparren, Aitor Etxarte, Ana Gosa, Itziar Gradín, Idoia Gutiérrez, Javier Hualde, Belén Lora, Begoña Moreno, Julio Pérez, Roberto Pérez, Paco Roda y Juanma Torrens En representación de la Asociación Convivir en lo Viejo / Alde Zaharrean Bizi