os meses de confinamiento en los domicilios proporcionan muchas horas para pensar, sobre todo si, como en mi caso, intento abstraerme del exagerado bombardeo diario de noticias, bulos y falsedades que se introducen en nuestras viviendas.

No pretendo, iniciado el mes de mayo, criticar las actuaciones después de pasado el tiempo, es fácil profetizar el pasado, sino destacar una serie de aspectos que habrá que tener en cuenta para el futuro.

Es triste constatar que, cinco meses después de aparecido el bicho, y a pesar de los avances de la investigación, todavía sepamos muy poco sobre él, lo que genera confusión en la información que se transmite y en las medidas a tomar. Se observa que su impacto es muy diferente entre países, incluso entre zonas de un mismo país o ciudad, aunque se hayan adoptado medidas muy similares. Tendrán que explicarnos el porqué de estas diferencias, aunque quizá lo prioritario es que las distintas administraciones dispongan de un sistema común para medir y cuantificar los casos y las muertes ocasionadas por el bicho.

Parece que el bicho afecta muy poco a los más jóvenes y tiene su mayor incidencia en las grandes ciudades y en las residencias de mayores. En el futuro habrá que analizar las ventajas e inconvenientes de la vida en las grandes ciudades. No es fácil dar marcha atrás, pero no deberían existir ciudades que superen un número de habitantes ¿200.000? ¿300.000? Esto constituiría un cambio radical en el modo de vida.

Las nuevas formas de vida y tipos de familia, al pasar de la extensa a la nuclear e incrementarse la monoparental, han propiciado que muchos mayores pasen sus últimos años en residencias. En muchas de estas residencias, que no son centros sanitarios, se ha producido un exagerado número de fallecimientos, pero también hay residencias en las que no ha habido ni uno solo. ¿Cuál es la causa de esta diferencia? Cuando pase la urgencia sanitaria y se puedan analizar causas y efectos conoceremos si hay algún tipo de relación entre los modelos de propiedad, gestión, tamaño y los efectos causados por el bicho. Con sus pros y sus contras, no parece que en un futuro próximo haya alternativas a las residencias.

Son mayoría los que desearían vivir su vejez en sus domicilios. Recuerdo que mi madre, que eligió esta modalidad, lo expresaba con la frase: "la libertad se paga con la soledad".

Este periodo ha facilitado la implantación muy rápida del teletrabajo, y es probable que este avance permanezca y facilite la conciliación de la vida laboral y familiar. Aunque hay que tener en cuenta que en la mayoría de los trabajos no es posible y tengo la sensación de que se está mitificando el teletrabajo.

El caso de la teleeducación es más complicado, ya que es un factor que aumenta, o puede aumentar, el efecto de la diferencia del nivel socioeconómico familiar en el aprendizaje. Además, la escuela es algo más que conocimientos, y eso requiere el grupo y el contacto. A este respecto, es curioso que se hable de un futuro con aulas a la mitad de su capacidad y el resto de alumnos teleestudiando. Al margen de las mayores o menores dificultades para gestionar esta situación desde los centros educativos, el gran problema es la conciliación. No se puede dejar a los niños solos en casa con el ordenador, y no es para nada deseable plantear una vuelta al pasado, cuando uno de los miembros de la pareja se dedicaba a sus labores.

El trabajo o estudio desde casa puede ser interesante en algunos casos, pero no podemos olvidar que la fábrica y la escuela tienen un importante papel en la socialización de las personas.

También el bicho nos sitúa ante nuevas contradicciones. La sociedad había empezado a asumir que las urbanizaciones de adosados son poco sostenibles, que el uso de vehículos particulares debe limitarse y recurrir al transporte público o que debe restringirse, si no eliminarse, el uso de plásticos, y ahora, por la aparición del bicho, vemos que el confinamiento se soporta mucho mejor en un adosado con jardín, que no vamos a poder utilizar de la misma manera el transporte público y nos han recomendado el vehículo particular (incluso durante un periodo solo se permitía un viajero por coche) y las medidas de higiene nos obligan a utilizar plásticos de un solo uso. ¡Con lo que nos había costado concienciarnos! Parafraseando a Daniel Innerarity, la vida y la realidad son complejas.

Me comentó un amigo que trabaja en el ámbito de la salud que existían planes sobre la pandemia. Así que escribí en el buscador y encontré dos planes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2005 titulados Plan de acción estratégica de la OMS para la gripe pandémica y Plan mundial de la OMS de preparación para una pandemia; el Plan nacional de preparación y respuesta ante una pandemia de gripe del año 2005 elaborado por el Ministerio de Sanidad y Consumo y su actualización del año 2006; el Plan de preparación y respuesta ante una pandemia de gripe de la Comunidad de Madrid del año 2009; y, en el caso de Navarra, el Decreto Foral 114/2005, de 12 de septiembre, por el que se crea el Comité Ejecutivo del Plan Foral de Preparación y Respuesta ante una Pandemia de Gripe, y una nota de prensa, de enero de 2006, en la que se indica la aprobación de este plan. Supongo que los responsables de la sanidad han utilizado estos planes u otros existentes, pero me resulta curioso no haber leído ninguna noticia sobre su existencia.

Han surgido efectos positivos, por ejemplo, en el medio ambiente. La contaminación ha descendido en las grandes ciudades de manera considerable, hemos visto peces en los canales de Venecia, etcétera. Hemos descubierto que con muy poco tiempo que dejemos de explotar la naturaleza, ésta tiene una asombrosa capacidad de recuperación. ¿Sabremos aprovechar esta experiencia cuando desaparezca el bicho?

También hay que resaltar que, gracias al esfuerzo de muchos trabajadores, no han fallado los suministros básicos: energía, agua, recogida y tratamiento de residuos, alimentación y otros bienes y las conexiones a internet. Mención especial para los trabajadores del ámbito sanitario.

En el ámbito político hemos visto ejemplos de todo tipo, aunque los más resaltados no son precisamente los más ejemplares. No son comprensibles las disputas partidistas ante esta situación, ni las demoras para reunirse y aportar soluciones. Si no lo hacen por convencimiento, por lo menos deberían hacerlo por respeto a los más de 27.000 fallecidos y a los trabajadores que con su esfuerzo nos van a permitir salvar esta situación.

El autor es economista