ste septiembre de 2020 nos trae algo realmente novedoso: la pandemia de la covid-19, aún muy presente entre nosotros, ha precisado un esfuerzo inmenso de las autoridades sanitarias y educativas para recuperar, con la mayor seguridad posible, la enseñanza presencial.

Ha sido emocionante acompañar a mis dos nietos mayores en su primer día de colegio tras el 13 de marzo. La alegría, la ilusión, las dudas€ se reflejaban en el rostro oculto de escolares y docentes, padres y madres, abuelos y abuelas. Recordé aquel pensamiento del gran cantante Alfredo Kraus: -la emoción es un momento de la inteligencia-. Para eso vuelven a las aulas, para emocionarse desarrollando su inteligencia.

Para quienes hemos trabajado en la enseñanza navarra en los últimos 30 años, intentando llevar adelante una Reforma educativa que nació en los años 80, parece digno de reconocimiento el esfuerzo de adaptación que el actual profesorado de aula va a tener que hacer. Pero no deseo para ellos el aplauso, el que dábamos a los sanitarios durante el confinamiento pasado, sino el reconocimiento y apoyo constante de la Administración a su labor. Son profesionales y saben cumplir. Toda la Comunidad educativa debemos actuar solidaria y empáticamente en este propósito. Recuperar la enseñanza presencial es tarea de todos. Evitar que una mera herramienta de trabajo, como son las nuevas TIC, se convierta en el principal, casi único, recurso educativo, ha de ser evitado.

Quiero destacar el buen trabajo desarrollado por los consejeros Carlos Gimeno y Santos Induráin al frente de sus Equipos de Gobierno. Prepararon un prolijo Plan de contingencia en junio que, modificado acorde con la evolución de la pandemia, está sirviendo para recuperar las aulas. Con la misma determinación censuro las convocatorias de protestas en la calle y el amago de huelgas que ciertos colectivos vienen planteando. Dudo que se pueda defender la escuela pública con algunas de las soflamas que se escuchan y leen. Del mismo modo me declaro en rebeldía ante la enmienda recientemente aprobada en el Parlamento foral, con los votos de Navarra Suma, Geroa Bai, y EH Bildu. Y no por su contenido, que considero parcialmente defendible en beneficio de las condiciones de trabajo de una pequeña parte del colectivo docente, sino por la inoportunidad del momento en que fue presentada, el 23 de agosto. Es su oportunismo lo que censuro. Me parece un ejemplo de libro de lo que la sociedad más rechaza: la utilización de la educación y la enseñanza para hacer política. En Podemos Ahal Dugu pensamos justamente lo contrario: hay que hacer buena educación a través de la política. Así que, aun estando en contra de la enmienda se decidió, junto al PSN e I-E, la abstención. No era el momento.

Lo peor de lo sucedido en el Parlamento foral, en el Pleno del 27 de agosto, es que resulta explicable el interés de los tres partidos que aprobaron la enmienda. Los votantes de esas tres formaciones políticas juzgarán y determinarán más pronto que tarde si intereses particulares de parlamentarios y algunos de sus familiares más directos, justifican esta victoria que derrotó al Gobierno de coalición (¿) de María Chivite.

Pero vuelvo a las aulas. Por supuesto que los colegios no reflejan ahora mismo el bullir de alegría de antes de la pandemia. Claro que están siendo el mejor reflejo de que vivimos en otra normalidad. Claro que a nadie le gusta ocultar su cara en una relación tan directa como acostumbrábamos a tener. Pero ya casi nadie, negacionistas aparte, discrepa sobre la oportunidad de la higiene personal, la distancia física y la mascarilla como nuestras imprescindibles prestaciones para defendernos del coronavirus. Y en la calle se escucha con voz cada vez más potente, la exigencia al Gobierno para que se cumpla la normativa y se sancione lo que haya que sancionar. Y en esto no hay como enseñar con el ejemplo. No me parece que se trate de apelar a influencers, tan de moda, para que se dirijan a los jóvenes animándoles a cumplir las normas. Abramos los ojos y veamos que muchas veces los adultos no damos ejemplo.

Termino recordando que no hay mejor lugar para nuestra juventud que las escuelas infantiles, los colegios, los institutos, los CIP de FP, las Universidades€ para aprender que otro mundo, que era posible aunque nadie lo deseara, ya ha llegado. No, los humanos no somos invulnerables. Las vacunas y medicamentos ayudan, pero nuestra voluntad, moviendo la inteligencia, sigue siendo nuestra mejor arma. Usémosla.

El autor es profesor jubilado