l pasado día 12 de diciembre de 2020 tuvo lugar una conferencia internacional, virtual y telemática, típica de estos tiempos de pandemia, auspiciada por Naciones Unidas y coincidiendo con el quinto aniversario del Acuerdo de París para dar un nuevo impulso a la negociación internacional sobre el cambio climático. Los líderes mundiales acordaron hace cinco años en París contener el aumento de temperaturas por debajo de los 2º C y proseguir los esfuerzos para que no se superaran la barrera de 1,5º C; una pretensión muy complicada dada la velocidad de las subidas de termómetros (1,1 º C en un siglo).

El año 2020 estaba llamado a ser el año en que los países deberían presentar, actualizar o revisar sus planes de acción climática (contribuciones determinadas a nivel nacional, en el argot). Pero esto no ha sucedido. Tan pronto como surgió la pandemia, se suspendió la cumbre prevista en Glasgow y las prioridades cambiaron radicalmente.

Sin embargo, el calentamiento ha continuado estando presente en la escena. Se prevé que las emisiones de CO2 relacionadas con el uso de la energía bajarán en el año 2020 un 7% respecto al año anterior (por la reducción de actividades), pero las concentraciones de gases invernadero en la atmósfera siguen creciendo y se sitúan lejos de los niveles que los científicos consideran deseables para evitar un calentamiento peligroso. Se espera que el año 2020 sea uno de los tres más cálidos registrados con 2016 y 2019 según la Organización Meteorológica Mundial. Este calentamiento está acelerando la desaparición del hielo marino en el Ártico así como ha propiciado la aparición de fenómenos extremos como inundaciones, sequías, olas de calor o incendios como los de este año en Australia, en todo el mundo en los últimos cinco años.

"Los devastadores incendios forestales de este año, inundaciones, sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos son un poderoso recordatorio de por qué necesitamos tener éxito al afrontar la crisis climática", señala Inger Andersen, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

En los dos últimos años, millones de jóvenes han tomado las calles para pedir a los líderes mundiales que luchen contra el calentamiento global y respeten los acuerdos de Paris, bajo la iniciativa de Viernes para el futuro lanzada por la joven sueca Greta Thumbeg. Por otro lado, ahora parece ser el momento adecuado para impulsar la lucha contra esta amenaza global. En estos momentos de pandemia, la humanidad entera se ha visto seriamente amenazada como si fuera un solo sujeto y ha hecho grandes sacrificios personales, impensables hace unos años que atañen a su libertad personal como individuo y ciudadano, siguiendo los consejos de los científicos para derrotar al virus y sabiendo adaptarse a la situación, prolongada en el tiempo. Todo ello nos ha unido y cohesionado, resaltando nuestra condición humana como especie para sobrevivir y hacer frente al enemigo común; el virus. Es por ello que todas esas sinergias individuales y sociales, además de financieras que se han generado por la pandemia, en la actualidad pueden actuar de trampolín para lograr un mayor impulso en la lucha contra esta emergencia climática.

Los siete grandes focos emisores (China, Estados Unidos, UE, Gran Bretaña, India, Rusia, Japón) aportan el 65% de esas emisiones; por eso, su comportamiento es clave a la hora de reconducir la situación. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha instado a los líderes de todo el mundo para que declaren la emergencia climática en sus respectivos países.

La Unión Europea y China se han propuesto relanzar esta lucha al anunciar unos objetivos para reducir sus emisiones de gases contaminantes al 55 y 65% para el año 2030, además de fijar para el año 2050 y 2065, los objetivos de neutralidad climática; absorber todas las emisiones de CO2 que se produzcan. Gran Bretaña ha sido más ambiciosa y a través de su primer ministro Boris Johnson anunció hace unos días que el Reino Unido reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 68% con respecto a los niveles de 1990 para 2030.

La Unión Europea movilizará durante está próxima década 470.000 millones de dólares para conseguir que el hidrógeno verde, que no se obtiene de fuentes fósiles, cuyo precio está entre 35 y 6,5 euros el kilo, baje por debajo del euro, estimando que en el año 2030 se produzcan 10 millones de toneladas de este combustible en la Unión. Pero no es la única solución, el hidrógeno para descarbonizar el continente, también está entre otras, la energía solar y la eólica, energías limpias que China se ha comprometido a triplicar su producción durante esta próxima década.

En nuestro país, gracias a los fondos europeos de recuperación, existen ahora, en la actualidad más de 70 proyectos con una financiación de más de 1.800 millones de euros para la transición energética y digitalización para conformar otro modelo económico de sociedad, según los Presupuestos Generales del Estado de 2021.

El presidente estadounidense electo Joe Biden ha declarado que partir del 20 de enero del año próximo, fecha de inicio de su mandato presidencial, va a incorporar a Estados Unidos al Acuerdo de París y se ha ofrecido a acoger una cumbre sobre el cambo climático en ese mismo año, 2021.

Momento actual de esperanza e ilusión, que Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica, lo resumía así: "El acuerdo de París ha sobrevivido al boicot de la Casa Blanca y se ha convertido en una referencia del cambio de narrativa y de gobernanza. El regreso de EEUU al diálogo nos permitirá recuperar el tiempo perdido".

El año 2020 estaba llamado a ser el año en que los países deberían presentar, actualizar o revisar sus planes de acción climática. Pero esto no ha sucedido

En los dos últimos años, millones de jóvenes han tomado las calles para pedir a los líderes mundiales que luchen contra el calentamiento global y respeten los acuerdos de París