e tenido la ocasión de escribir en DIARIO DE NOTICIAS varios artículos respecto del monumento a los Caídos de Pamplona, contestando especialmente al autodenominado Ateneo Basilio Lacort. El pasado martes 13 de julio volvía el tema a estas páginas de la mano de don Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. He leído este artículo con verdadero interés. Curiosamente, estoy en perfecta sintonía con las tres cuartas partes de su razonamiento, el de los miedos e inferioridad de una parte de los españoles; todo aquello fue lamentable, terrible, sin ningún tipo de paliativos. Vaya todo eso por delante. Mi familia, a diferencia de la de don Emilio Silva, estuvo en el bando de los vencedores. Pero mis recuerdos del monumento son bastante similares a los suyos. Tengo que confesarle que yo paseaba muchas veces, con uno de mis abuelos, por la plaza del Conde de Rodezno. Al ver el monumento y preguntar a mi abuelo éste siempre transmitía pesar por aquella contienda; era evidente también que el monumento no le gustaba en absoluto. Aquella guerra acabó con la gran victoria de unos, lo que fue nefasto. Pero la historia no se puede cambiar a pesar de los intentos que estamos viendo en los últimos años.

Lo que ya no puedo estar de acuerdo es con la última parte de su artículo, señor Silva; esa parte destila el mismo tono guerracivilista del 36 que algunos se empeñan en perpetuar. Ahí no vamos a encontrarnos en absoluto. "Es una demostración de la fuerza del fascismo... el monumento funcionó para ocultar los miles de crímenes cometidos en Navarra... etcétera". Todo eso, señor Silva, es el pasado. Está bien recordarlo, por supuesto que es de absoluta justicia recordar a todas las víctimas de aquella barbarie (estoy seguro que mi abuelo, con el que yo paseaba, también lo fue, siquiera en otro nivel). Pero aquella guerra terminó hace más de 80 años y una sociedad no puede perpetuar el odio y el rencor que aquello causó. El monumento a los Caídos es solo un edificio, un edificio que necesita una total resignificación y remodelación. Los edificios cambian de uso y de significado; en la Europa más avanzada y democrática ha pasado en infinidad de ocasiones que sin duda usted también conocerá. Eso es así por mucho que les pese a los partidarios del destruir, derribar, demoler.

Yo pertenezco a una plataforma ciudadana que lleva años trabajando para reconvertir el monumento en un equipamiento cultural para Pamplona que, dicho sea de paso, buena falta nos hace. He repetido muchas veces que el monumento a los Caídos (que, por cierto, ya es hora de cambiarle también el nombre), no es un problema para Pamplona; al contrario, supone una gran oportunidad. Oportunidad para conseguir una excelente infraestructura cultural, una infraestructura que sea respetuosa con el pasado de Navarra y que recuerde, no faltaba más, a todas las víctimas de la tragedia del 36. ¡Pero hemos de avanzar! Cuando yo leí el acuerdo del alcalde Maya con el PSN de Maite Esporrín sentí alegría (veo que al contrario que usted, señor Silva). Mi alegría venía de que se podía avanzar, se podía resignificar el edificio, podía abrirse por fin a la cultura y al arte. No se me ocurre mejor elemento para confluir en un futuro de paz y progreso. Pero claro, fiarse de la palabra de Maite Esperrín o del PSN... ya sabemos a dónde lleva. Aunque probablemente Maite Esporrín pinte poco en este asunto; a lo mejor también pinta poco Txibite, especialista en recibir órdenes desde muchos ángulos.

Aprovecho estas líneas para solicitar a nuestro alcalde, don Enrique Maya, que no se deje amilanar por la poca palabra del PSN. El monumento a los Caídos no puede esperar más. Ya hemos conocido una alcaldesa de UPN que, en tres legislaturas, poco hizo por el futuro del monumento. Es hora de avanzar, de cambiar aquel espacio, de resignificar el edificio, de adaptarlo para que Pamplona, y Navarra entera, puedan utilizarlo de una vez por todas. Lo ideal es que el PSN se hubiera unido a este reto, pero...es lo que hay. A los buenos políticos y a los buenos gestores se les reconoce ante los retos. Yo estoy seguro que Enrique Maya lo es. Hemos dejado pasar ya demasiado tiempo.

¡Toca moverse! Tocará, señor Maya, quitar del edificio lápidas y cruces, símbolos y leyendas; eso está claro. Es seguro que los extremistas, de uno y otro extremo, vociferarán y montarán sus manifestaciones...pero es lo que hay. Y tocará ser respetuoso, por supuesto, con la Dignidad y la Memoria (con mayúsculas) y dejar claro, del mejor modo posible, que se "reconozca, recuerde y haga justicia a quienes sufrieron la dictadura" (las mismas palabras de don Emilio Silva). Lo que ya no entiendo, señor Silva, es su expresión de "no tuvieron la oportunidad de levantar cabeza en democracia"; gracias a Dios, en la actual España democrática todos tenemos la oportunidad de opinar y de "levantar la cabeza"...¿O acaso sigue ustedanclado en 1936, anclado en el rencor y en la revancha? Imagino que la Recuperación de la Memoria Histórica trabaja básicamente por el progreso y la concordia...

Lo dicho señor alcalde, a poner en marcha este reto. La fuerza que usted tiene, por encima de manifestaciones, coordinadoras y demás, la dan sus casi 44.000 votos en Pamplona, que le auparon a la alcaldía (el 41 % de los votos depositados) y 13 concejales; si sigue haciendo las cosas bien, muchos estamos seguros que la próxima cita electoral traerá la mayoría absoluta en Pamplona.

El autor es profesor e historiador del Arte