os humanos necesitamos energía, es un hecho. Hace 200.000 años, nuestros ancestros consumían 2.000 kilocalorías por habitante y día, cifra que se duplicó cuando aprendemos a dominar el fuego. La llegada de la agricultura y la ganadería llevaron el consumo energético a 12.000 Kcal/hab/día. La revolución industrial trajo consigo un aumento a los 70.000 y desde entonces el consumo por habitante ha crecido hasta alcanzar los 230.000 Kcal/hab/día (España 5.0, Luis Miguel Gilperez). A ello hay que sumar que el progreso ha traído, entre otras cosas, una multiplicación por cuatro de la esperanza de vida, y con ello un aumento de la población mundial hasta rozar los 8.000 millones de seres humanos en el planeta (casi cinco veces más que hace un siglo, de los cuales apenas un 6% de ellos en Europa). Resulta obvio que el sistema actual no es sostenible. Nuestro planeta está enfermo.

En este contexto de emergencia climática, en 2015 se firman los Acuerdos de París, y a lo largo del 2018 y 2019 la UE adopta una serie de iniciativas legislativas que implementan dichos compromisos. En 2019 la Comisión Europea adopta el Pacto Verde (Green Deal), al que han seguido un buen número de propuestas, entre ellas la del pasado mes de julio, en el que publicaba una nueva propuesta de reformas (Objetivo 55). Ratifica la reducción de emisiones en un 55% de aquí al 2030, pero eleva la cuota mínima de energía procedente de fuentes renovables del 32% al 40% del total de la energía consumida. Además, Europa quiere ser el primer continente neutro en carbono para el 2050. Además, la UE impone un sistema de gobernanza que obliga al cumplimiento de estos objetivos. Todos los estados miembro de la UE tienen la obligación de establecer un Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) de 10 años para el período comprendido entre 2021 y 2030. En otras palabras, el PNIEC aprobado por el Gobierno español se convierte en nuestro marco de referencia de Navarra ante la UE y el mundo.

Navarra fue pionera en implementación de renovables, y aun así, según datos del Balance Energético de Navarra, del consumo total energético tan solo el 21,1% de la energía primaria es de origen renovable, siendo el restante 78,9% fósil, mayormente derivados del petróleo (41%), gas (34%) y, en menor medida, carbón (4%). Hay que destacar que el consumo eléctrico supone tan solo un 20% del total de la energía consumida en Navarra. La energía de fuente renovable se concentra mayormente en la generación de electricidad. Tomando como referencia el 2018, el 63% del consumo eléctrico estuvo compuesto por las fuentes primarias locales (eólica, hidráulica y solar) y el 27% restante fue generada en las centrales termoeléctricas. Dentro de las termoeléctricas, el 84% se produjo con gas natural siendo el resto con biomasa y biogás. En resumen, seguimos quemando mucho gas para obtener electricidad. En cuanto al reparto por sectores, el consumidor principal es la industria con el 56,5% seguido por el sector servicios (23,8%) y doméstico (15,7%). El sector de la agricultura tiene un consumo del 3,2%. Además de ser nefasto para el medio ambiente, el sistema actual nos hace dependientes del exterior, y, por si fuera poco, supone casi un 9% de nuestro PIB.

Tanto la UE como la Agencia Internacional de la Energía han marcado el objetivo de alcanzar una mayor electrificación de los sistemas energéticos. Esto significa que la electricidad alcance sectores como el transporte (por ejemplo, los vehículos eléctricos), los edificios (por ejemplo, las bombas de calor) y la industria (por ejemplo, hornos). A medida que aumenta el papel de la electricidad limpia en la economía y disminuye el de los combustibles fósiles, el suministro seguro de electricidad es cada vez más importante.

En cuanto al modelo, debemos señalar que es la propia normativa europea la que aboga por un mayor empoderamiento del consumidor. El Plan Energético de Navarra Horizonte 2030 establece un Plan de Autoconsumo y Acumulación Energética entre cuyas acciones destacan las deducciones fiscales de hasta el 30% a proyectos de inversión de autoconsumo con energías renovables y las ayudas, que alcanzarán los 12 millones € con fondos NGEU. No obstante, a pesar de su incremento, el autoconsumo apenas representa un 0,5% del total de la electricidad consumida en Navarra.

La industria del sector renovable, que supone el 5% del PIB de Navarra, se enfrenta también a enormes retos y decisiones como son la introducción de la circularidad de la producción de maquinaria, la digitalización, desarrollo del almacenamiento, generación distribuida, así como apuestas por el hidrógeno verde, entre otras. Lo hemos podido analizar durante el Congreso Internacional de la Industria para la Transición Ecológica (CITE) celebrado estos días en Pamplona-Iruña.

En resumen, actualmente, uno de cada diez euros que gastamos en Navarra lo utilizamos para comprar fuentes de energía fósil contaminante. Ello nos hace tremendamente dependientes. Además, si tenemos en cuenta que el precio del gas ha sufrido un incremento de más de un 250% en lo que va de año, no hablamos solo de una dependencia tremendamente costosa, también pone en serio riesgo la competitividad de nuestras empresas. El sistema actual es ineficiente, sucio y caro. Por primera vez la tecnología nos ofrece a los humanos la posibilidad de realizar una transición ecológica eficiente desde el punto de vista económico. Además, los fondos Next Generation EU deben ayudar a acelerar la transformación ecológica, y un mínimo del 37% de los mismos debe invertirse en este fin. Si tenemos en cuenta que la industria renovable es de los sectores estratégicos de la S3 de Navarra, puesto que ocupa a más de 6.000 personas, tenemos en la mesa todos los ingredientes para poder afrontar en buena posición el enorme reto de esta transformación verde.

El autor es consejero de Desarrollo Económico y Empresarial del Gobierno de Navarra