n determinadas épocas y lugares, no siempre ajenos a nuestros días y entornos, los humedales han sido objeto de políticas públicas. En el pasado, la desecación de marismas estaba relacionada, por un lado, con la lucha contra enfermedades infecciosas y, por otro, con las políticas de fomento. Antiguas leyes subvencionaban e incentivaban económicamente el desagüe, desecación y “saneamiento” de zonas húmedas, otorgando, incluso, a los particulares la propiedad de los terrenos “ganados” a las marismas o zonas palustres. Como consecuencia de esta situación de amenaza que han padecido las zonas húmedas se ha ido desarrollando a nivel internacional un movimiento de concienciación que trata de asegurar la conservación de los humedales por los enormes beneficios que tienen, y su regeneración y recuperación, e incluso, crear otros nuevos.

Afortunadamente, en el seno del mundo científico el mayor conocimiento sobre los humedales y su funcionamiento produjo la constatación de la singular importancia que estos ecosistemas poseen. No sin dificultades este hecho se fue transmitiendo a diversas instituciones, y, con ello, al ámbito jurídico.

Una fecha muy importante en la situación de los humedales fue el 2 de febrero de 1971 en que se firmó el Convenio de humedales de importancia internacional o Convenio Ramsar, firmado en dicha ciudad de Irán. Desde entonces se celebra todos los años en esa fecha el Día Mundial de los Humedales. Dicho convenio crea una lista de humedales de importancia mundial que recoge aquellos humedales de gran valor ecológico.

La Convención de Ramsar de 1971 aplica una definición amplia de los humedales, que abarca todos los lagos y ríos, acuíferos subterráneos, pantanos y marismas, oasis, turberas, deltas, estuarios y otras zonas costeras y arrecifes coralinos.

Navarra cuenta actualmente con 23 zonas húmedas protegidas dentro de su territorio según el Inventario de Zonas Húmedas (Decreto Foral 4/1997, de 13 de enero), la mayoría incluidas en la Red Natura 2000, la red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad, conformada por Zonas Especiales de Conservación (ZEC) establecidas de acuerdo con la Directiva Hábitat.

Según el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, seis de los humedales más importantes son la Estanca de Dos Reinos en Carcastillo, la Laguna del Juncal en Tafalla, la Balsa del Pulguer, entre Tudela y Cascante, y la Badina Escudera en Villafranca, así como los dos más destacados, y catalogados como Humedales de Importancia Internacional Ramsar como son la Laguna de Pitillas y el Embalse de Las Cañas en Viana.

Pero, además, Navarra cuenta con una treintena enclaves más, entre los que destacan las turberas, que albergan importantes valores en cuanto a fauna, flora, procesos ecológicos, valor paleoambiental y agua, ecosistemas milenarios donde conviven pequeñas plantas carnívoras, musgos muy especiales y restos de la actividad de nuestros antepasados.

Según el Inventario de Zonas Húmedas, las turberas se caracterizan por ser zonas de terreno con suelos permanentemente encharcados, bajas temperaturas y aguas ácidas y pobres en nutrientes, condiciones ecológicas muy particulares que limitan los procesos de descomposición de la materia orgánica, lo que hace que ésta se acumule en forma de turba. Estas mismas condiciones resultan limitantes para las especies, y hacen que se encuentren algunas plantas y animales especialmente adaptadas y en ocasiones especies protegidas, por lo que son consideradas de especial importancia para la conservación de la biodiversidad.

Los depósitos orgánicos que albergan las turberas contienen importantes concentraciones de restos vegetales fósiles en buen estado de conservación, por lo que se convierten también en una de las principales fuentes de información para los estudios paleoambientales, sobre la vegetación, el clima y el paisaje de estas zonas desde hace miles de años.

Estos espacios, escasos y hoy en día amenazados, han sido objeto de estudio y restauración en Navarra en los últimos años a través del proyecto LIFE Tremedal, que tiene como objetivo mejorar el estado de conservación y garantizar la supervivencia a largo plazo de algunos tipos de hábitats y especies de interés comunitario asociados a humedales continentales del norte de la Península Ibérica. En Navarra, destacan las turberas de la Zona Especial de Conservación “Belate”; los humedales de los valles pirenaicos; los sistemas de balsas de importancia para anfibios de la Zona Especial de Conservación Urbasa y Andia, y los humedales mediterráneos de la Ribera Estellesa.

Los estudios realizados en Navarra en relación con el cambio climático, señalan que la temperatura y la precipitación experimentarán una serie de variaciones que tendrían efectos directos sobre los humedales. Así, la disminución y el aumento de la pluviosidad tendrán efectos importantes sobre la disponibilidad de agua en los humedales y turberas, incluso provocando en algunos casos a largo plazo su desaparición. El aumento de la temperatura también puede provocar problemas en las cadenas tróficas de los humedales.

Los humedales juegan una función importante como sumideros de carbono, es decir como absorbentes de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, que son los que provocan el cambio climático y, si se alteran ciertos procesos, pueden hacer que los humedales pasen de ser sumideros a ser fuente de CO2.

En la situación de emergencia climática en que vivimos, uno de los enfoques más importantes debe ser el incremento de la resilencia de los humedales en un sentido amplio. Ello supone asegurar el estado de conservación en las mejores condiciones posibles de los valores naturales, productivos y científicos de cada una de las zonas húmedas, la restauración y recuperación de humedales deteriorados, y poner en valor el potencial que tienen las zonas húmedas en buen estado cómo sumideros de carbono.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente