ace años, varios, un gestor del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea comentaba que en Navarra, la impresión colectiva sobre el funcionamiento de la sanidad se podía resumir en que teníamos la mejor sanidad de España y ello significaba que teníamos una de las mejores del mundo. El gestor no lo entendía; sin datos, le parecía una seguridad sentimental asimilable a orgullo patrio.

Analizando países, surge la duda de si los datos sobre salud son comparables. Así, una mayoría de países europeos consiente copago por el uso de servicios sanitarios mientras que en España existe copago exclusivamente en medicamentos; ello puede mediatizar algunos indicadores como la frecuentación de servicios de salud. Otros datos son más neutros, como el porcentaje del PIB dedicado a gasto sanitario: Alemania y Francia dedican el 11%, mientras España dedica 9% (Barómetro Sanitario). La diferencia es abismal, pero ello está influenciado por factores como el sueldo de los profesionales. No hay una cifra mágica por encima de la cual la mejoría en salud de la población sea significativa. Incluso podemos pensar que es un factor inoperante: Estados Unidos presenta el mayor porcentaje del PIB en salud, pero ello no se refleja en mejores indicadores sanitarios, en absoluto.

España tiene 3,9 médicos por 1.000 habitantes (incluyendo 0,76 en Atención Primaria); Francia, por ejemplo, tiene 3,2 (incluyendo 1,42 en Atención Primaria, duplicando a España). Portugal cuadruplica los datos con 2,63. Sacar conclusiones definitivas de ello es arriesgado.

Por CCAA pueden existir menos artefactos contables. Navarra tiene 5,6 médicos por 1.000 habitantes, superior de largo a la media nacional; Canarias lo sitúa en 2,5.

El 80% de los pacientes son atendidos en CS en Navarra en un máximo de 2 días (la media en España es 42 %); porcentajes similares son atendidos por otro especialista en un tiempo de hasta 3 meses. Pero la media es un factor perverso en sí mismo; en algunas especialidades la lista de espera se sitúa en 1 año.

Navarra y Cataluña se encuentran en último lugar en porcentaje del gasto total dedicado a sanidad (25,5%), pódium invariable en los últimos años. Pero el gasto sanitario por habitante es un tercio superior en Navarra que en Cataluña: conclusión estadística perversa.

Aun cuando (algunos) datos señalen las virtudes de la sanidad en Navarra, el sufriente ve una contradicción entre estas cifras y su experiencia, alejada de la misma. Estos datos nos hacen vivir del pasado, pero no consideran ni el presente ni la previsión de futuro. Si escuchamos la situación sanitaria en el plano micro, a través del fonendoscopio, de los 3 pilares que mantienen viva la organización sanitaria:

1.- La percepción de los usuarios. Siguen dando una nota positiva en las encuestas (el 87 % señala que el sistema funciona bien/muy bien) pero existe una tendencia creciente del número de seguros privados, en cualquiera de sus formatos, hasta llegar a los 13 millones de usuarios. Y es que el dolor y el sufrimiento son malos compañeros cuando el tiempo de espera es indescifrable, constituyendo el elemento condicionador de esta decisión. La inequidad tiene holgura para implementarse.

2.-En el caso de los gestores, tras varios amagos de reforma de la Atención Primaria, la situación persiste similar a la de la legislatura anterior y a la anterior y a la anterior; ni gesticulación. No se sabe si la irresolubilidad es un factor asumido e implícito en una sanidad pública químicamente pura o la añosidad de los tales provoca que los movimientos sean lentos y descoordinados sin llegar al sitio prometido.

Es necesario una catarsis de gestión y dejar de considerar el hospital como el centauro del desierto, con una mayor y mejor comunicación entre los diferentes niveles asistenciales, el “tú a tú” como rector de transmisibilidad entre diferentes especialidades. Los hospitales reciben el 65 % de la financiación y el 15 % va a Atención Primaria, con una tendencia que tiende a perpetuarse.

3.- En el caso de los sanitarios, los médicos no quieren ser ni los héroes de los aplausos ni los villanos de las listas de espera; pero sí tienen una desagradable sensación de ser ninguneados. Así, de los 25 miembros que conforman el Comité Asesor-Técnico Covid de Navarra, solamente uno de ellos trabajaba en Atención Primaria; en momentos en que el trabajo se reflejaba casi exclusivamente en los CS. No contemplo fuera desprecio hacia la profesión, pero si nos hacían sentir irrelevantes en algo que nos afecta de lleno.

Hay falta de atractivo de algunas especialidades, especialmente en Atención Primaria, lo que provoca problemas que (casi) se convierten en cuestión de Estado. Y ello porque practicar una medicina de supervivencia no es estimulante.

Los problemas de la sanidad tienen una connotación ideológica, no en el sentido sanidad pública/privada (el 58% de los hospitales pertenecen al sector privado: piense usted en Pamplona), sino en diagnóstico de situación y tratamiento a los problemas detectados. Pareciera que sirve exclusivamente como justificación para lanzarse al campo de batalla con acusaciones de “y tú que hiciste”. La sanidad no debiera convertirse en un botín de corsarios electoral secuestrado por la política.

Es necesaria la despolitización del sector que implica profesionalización de los cargos y solventar los desajustes estructurales institucionales; y voluntad política que facilite la coparticipación de las partes interesadas. Dar empleo (de calidad), con sueldos suficientes, con formación e investigación y con desarrollo profesional conllevará orgullo de pertenencia, indispensable en la continuidad del personal y factores indispensables para combatir la lacra de la desmotivación. Ello conlleva reducir la rigidez del sistema, elemento perturbador que incapacita medidas que se han convertido en inaplazables.

La comunicación médico/paciente y la escucha activa está desplazada por una visión taylorista de la consulta médica, realizada con el cronómetro en mano por exceso de carga de trabajo. Falta la promulgación de vídeos tutoriales; la fe puede ayudarnos, también la fuerza de voluntad, pero nadie ha demostrado que la superchería sea el sustituto al conocimiento científico.

Con humildad franciscana, o nos esforzamos en buscar alternativas a la peligrosa deriva o corremos riesgo de dejar nuestra envidiada sanidad y la Atención Primaria particularmente en un servicio de beneficencia, como antaño.

El autor es médico. Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea

Hay falta de atractivo de algunas especialidades, especialmente en Atención Primaria, lo que provoca problemas que (casi) se convierten en cuestión de Estado

Es necesaria la despolitización

del sector que implica profesionalización de los cargos

y solventar los desajustes estructurales institucionales