ivimos malos tiempos para la lírica. La guerra provocada por Putin al invadir Ucrania ha traído como consecuencia que apenas saliendo del oscuro túnel de la pandemia, volvemos a entrar en otro sin dar siquiera tiempo a respirar.

Pero la actualidad no se centra sólo en la guerra y en las atrocidades que provoca, aunque sí en sus consecuencias, especialmente humanitarias y económicas.

Escuchar a un dirigente como Zelenski hablar ante el Congreso de los EEUU, pidiendo que se cierre su espacio aéreo consciente de que eso provocaría la tercera guerra mundial, produce tantos escalofríos como la locura de Putin.

Recuerda de alguna manera aquella terrorífica campaña puesta en marcha por ETA en su día, socializar el sufrimiento. Que para entender y parar el sufrimiento del pueblo ucraniano hace falta que también sufran el resto de pueblos. Mal vamos así.

De momento eso ya está ocurriendo, porque la insensatez de unos está originando efectos económicos y sociales devastadores para Europa.

EEUU mientras tanto observa los toros desde la barrera, a distancia y sin depender del gas y petróleo ruso, ni de los cereales, trigo o girasol ucraniano.

La consecuencia está siendo subidas en cascada de precios, desde la gasolina al gas, pasando por todo lo referente a la cesta de la compra.

Mientras en lo político algunos han aplicado el dicho de a río revuelto ganancia de pescadores, atacando sin piedad al gobierno en un momento en el que lo que se necesitaría sería un gran acuerdo de estado entre todas las fuerzas políticas para hacer frente a esta situación de emergencia.

No va a ser así. La derecha no ha sido capaz de hacerlo durante la pandemia y mucho menos lo va a hacer ahora.

La llegada del moderado Feijóo a la cúspide del Partido Popular recuerda a otro dicho popular; detrás de mí vendrá quien bueno me hará.

Más caña contra el gobierno de izquierdas, abandonar su imagen moderada adoptando otra mucho más parecida a los peores momentos de Aznar y algo mucho más preocupante, el pacto con VOX de CyL.

Queda claro que este hecho va a marcar de una manera definitiva la nueva andadura del PP bajo su mandato.

Las próximas elecciones en Andalucía podrían significar de nuevo un salto al vacío que no se preveía con Casado; la consolidación del pacto estratégico PP-Vox.

Todo ello con el escándalo que ha producido entre los líderes conservadores europeos, especialmente desde Alemania y Francia.

Que no se equivoquen las izquierdas a la hora de realizar su diagnóstico, el futuro a partir del aterrizaje de Feijóo, de Brutus-Feijóo, no va a significar la posibilidad de grandes pactos de estado con el Partido Popular, sino justamente lo contrario, grandes pactos de futuro de este con la extrema derecha de Vox.

Escuchar a una Isabel Díaz Ayuso totalmente envalentonada con este giro, o al consejero de Sanidad andaluz, enseña el camino que han comenzado a recorrer.

Si llegan a gobernar lo harán en coalición, e impondrán serios recortes a los derechos individuales y colectivos alcanzados en los últimos tiempos.

La confrontación entre la izquierda y la derecha será más evidente. Nada de políticas de igualdad, una gestión de refugiados selectiva, priorizando los del norte frente al sur, un estado mucho más débil, con bajadas de impuestos, especialmente para los más poderosos, que provocará una disminución de gastos en sanidad, educación y servicios sociales públicos, al más puro estilo de Madrid.

Quedan apenas 18 meses para las próximas elecciones generales, algo menos para autonómicas y municipales, y las últimas encuestas reflejan un empate técnico entre ambos sectores, pero lo normal es que la situación económica actual favorezca más a la derecha en los próximos meses.

¿Qué hacer para evitar su triunfo?

Desde luego, evitar de aquí al instante de las fechas electorales cualquier veleidad cainita. Ni en el seno de los partidos, ni entre los socios de gobierno, ni con el resto de las izquierdas.

Nada de debates de si son galgos o podencos, son perros y vienen en jauría dispuestos a devorarnos, o sea que debemos ponernos las pilas con urgencia.

No se puede ni debe consentir el lamentable espectáculo dado ante los últimos acontecimientos, ni el desencuentro con las fuerzas progresistas y de izquierdas periféricas de la reforma laboral, ni las tensiones entre socios de gobierno a cuenta de la guerra. Ahora toca remar en la misma dirección.

Buscar y fortalecer lo que nos une y dejar para los debates de la próxima legislatura, una vez asegurada la consecución del nuevo gobierno, los temas de discrepancia, porque la alternativa ya conocemos cómo es y lo que va a aplicar.

Ya no hay dudas, Feijóo nada más llegar ya ha dejado meridianamente claro el futuro que nos espera si gana. Pacto de gobiernos PP-Vox y políticas de derecha extrema. No hay posibilidad de engaño y eso debemos agradecérselo.

Ahora a las izquierdas les toca trabajar con seriedad, sin infantilismos, para consolidar el gobierno actual, aplicando medidas que palien los daños producidos por la crisis de la guerra a las capas más desfavorecidas y a una clase media muy castigada, y utilizar la imaginación y el sentido común para salir de ésta.

Ese es el gran reto que tienen por delante, porque Alberto Núñez Feijóo ha dejado muy claro con el efecto CyL el camino que piensa recorrer de la mano de Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal.

Como se señala en algunos carteles de tráfico por estos lares, Kontuz, cuidado que vienen.

Veremos...

El autor es exparlamentario y concejal del PSN-PSOE