n primer lugar estamos en contra de la guerra, que afecta especialmente a las clases trabajadoras, a la de Ucrania, pero también a la rusa y en general a las europeas. Y ganan los capitalistas propietarios de las empresas energéticas y de la industria militar. Y es un peligro para la paz mundial.

Para hablar de la guerra en Ucrania es mejor comenzar por los antecedentes. Cuando desaparece la URSS y por lo tanto se acaba la Guerra Fría, lo lógico hubiera sido que desapareciera la OTAN. Pero además de continuar, incumplieron los acuerdos que se tomaron con Gorbachov y se dedicaron a arrinconar a Rusia, haciendo que cada vez más países de su entorno entraran en su estructura militar.

En Rusia, después de la caída de la URSS, se ha instituido un régimen oligárquico de todos aquellos que se aprovecharon con las ventas a precio barato de la industria soviética, jaleada desde el capitalismo internacional. Esto mismo ocurrió en Ucrania, donde también hay otra estructura oligárquica con las mismas características que las rusas, solo que aquí dividida entre los que apoyaban la entrada en la Unión Europea y los que eran más cercanos a la oligarquía rusa. El autoritarismo de Putin se refleja en su cerco a la oposición y su control de los medios de comunicación. También es cierto que se ha granjeado la simpatía de una buena parte del pueblo ruso, porque su nacionalismo imperialista le ha llevado a crear un cierto orgullo que se había perdido tras la caída de la URSS y las décadas de pobreza y humillación de la era Yeltsin.

Ucrania, en los últimos siglos, ha estado dividido en dos zonas: una bajo el Imperio Austrohúngaro y otra bajo el Imperio ruso. No existió como país hasta que la Unión Soviética le dio estatus de República federal. E incluso le cedió Crimea. Han existido dos culturas y dos lenguas que coexistían. Pero ha habido un sector nacionalista, que en la época de la invasión nazi se puso a su lado, e hizo más exterminios que los propios nazis entre la población polaca y judía. A partir del 2014, la llamada revolución del Maidan, que encabezaron elementos nazis, hubo un golpe de Estado contra el gobierno prorruso elegido democráticamente. Este golpe de Estado fue apoyado por la Unión Europea y la OTAN. Se crea un Estado nacionalista autoritario, que va relegando al idioma ruso; ilegaliza al Partido Comunista, que tenía un 13,18% de los votos, y hay matanzas como la de Odessa, donde asesinan a 46 sindicalistas y hay 214 heridos sin exigencia de responsabilidades. Y aparecen batallones de nazis como el Batallón Azov, que está integrado en el ejército ucraniano. Se comienza la guerra del Donbass, donde la parte de la población prorrusa se alza en armas contra dicha opresión. Se logran los acuerdos de Minsk, una posible salida autonomista que es incumplida claramente por el actual presidente Zelenski. La consecuencia: una guerra, con 14.000 muertos 30.000 heridos y 1,4 millones de desplazados. De la cual prácticamente no se habló en los medios occidentales. El presidente Zelenski, muy aplaudido por la prensa occidental por su resistencia a la invasión rusa, es también el que ha ilegalizado 11 partidos en el último mes.

Otro factor que hay que tener en cuenta es que Estados Unidos, a partir de la caída de la URSS, pensó que se habían acabado las ideologías y que eran ellos quienes iban a dirigir el mundo. Pero esto no ha sido del todo cierto porque económicamente ha aparecido una segunda potencia, China, que está a punto de alcanzarle en el terreno económico. Pero no en el terreno militar, donde EEUU sigue teniendo la mayor industria militar, que le lleva a gastar casi un 8% del gasto público en armas, teniendo 254 bases militares en el mundo. Su principal brazo ejecutor es la OTAN, sobre la cual se nos pretende hoy convencer de su carácter defensivo. Pero hemos visto las guerras de Serbia y Libia donde la OTAN ha tenido un carácter ofensivo con matanzas de civiles.

Europa tiene una importante economía, pero pinta poco en la geoestrategia al no tener autonomía en su política exterior, absolutamente subordinada en lo militar a las directrices de Estados Unidos a través de la OTAN y por su seguimiento en la estrategia de aislar a Rusia y China. Hoy vemos cómo su política hacia la guerra de Ucrania no tiene en cuenta los intereses europeos, sino más bien los intereses de Estados Unidos, que quiere acabar con el comercio energético con Rusia para vendernos su petróleo obtenido mediante fracking, y sobre todo poder vender sus armas. Se vio también esta sumisión en la imposición de aceptar a Gauidó como presidente de Venezuela, o en aceptar las políticas de apartheid de Israel hacia los palestinos. Es inconcebible la falta de criterio con respecto a los exiliados. A los ucranianos se les acepta con toda la razón, pero a la vez se impide su entrada y mucho menos se les ayuda a los que llegan de otras guerras como las de Yemen, la de Siria o las múltiples de África. Europa se opone al “dictador” Putin, pero mira hacia otro lado con las dictaduras del Golfo, o la de Marruecos.

¿Por dónde creemos que debe conducirse la situación en Ucrania? En primer lugar es evidente que la paz es un objetivo por encima de cualquier otro. Para lograr la paz lo primero que hay que hacer es dialogar, propugnar una solución negociada y promover acuerdos de desarme, desmilitarización y seguridad compartida en el espíritu de la carta de Naciones Unidas, el Acta final de Helsinki y la Carta de París. Búsqueda de una Europa de paz, cooperación entre pueblos, democracia y progreso, con tolerancia cero frente a cualquier repunte de organizaciones nazis o fascistas.

No mandar armas, que solo implica más sufrimientos, y el beneficio de unos pocos. Depurar todas las matanzas que haya en Ucrania y llevar a sus responsables a juicio, como hay que hacer con los responsables de las guerras de Irak, Libia, etcétera. Hay que conseguir espacios de neutralidad como ya tienen Austria, Suecia, Finlandia, que han funcionado durante 75 años. Espacios en los cuales podamos vivir todos, nos gusten o no sus dirigentes o sus regímenes, y que sean sus pueblos los que diriman estas incongruencias. Y desde luego negarnos a aumentar el presupuesto militar, como exige la OTAN, y acepta la derecha y el PSOE.

Hay que movilizarse contra la guerra y por la paz, perseverar en la lucha contra la pertenencia a la OTAN y por su disolución, así como por la desaparición de las bases militares en nuestro territorio.

PCE-EPK