n día como hoy, 22 de abril de 1915, nació José María Arizmendiarrieta, referente en nuestra historia que nos dejó un legado de buenas obras y principios básicos, los cuales siguen siendo válidos para nuestro presente y futuro, conceptos como: solidaridad, democracia, participación, fueron un constate impulso en su quehacer y que hoy siguen vigentes como reclamo de proyectos sólidos en y para circunstancias actuales de comportamientos demasiado banales donde el valor creativo de la utopía fomentada por las redes, se ha transformado en distopía.

Por una parte, el ruido mediático nos invade en una perfecta alienación personal y enajenación mental proponiéndonos una visión negativa de futuro, y por otra parte estamos cayendo en un silencio social que nos conduce a la pérdida de sensibilidad y de acción y respuesta ante los hechos. En esas estamos, en un mundo de puro parálisis e incertidumbre, siendo receptores de lo que recibimos, cuando es más necesario que seamos emisores en una plena necesidad de cooperación.

Construir sueños, al estilo práctico y realizable de los mensajes de Arizmendiarrieta sería un buen objetivo: movilizó conciencias y voluntades hacia la realización de las utopías. “Conscientes de la brecha entre lo que hay que hacer y lo que se puede hacer, entre lo que ocurre y lo deseable, entre las herramientas de que disponemos y nuestra capacidad de gestionarlas, socializando la esperanza y restituyendo la utopía para crear un futuro mejor”.

El interés por los temas sociales era primordial en su pensamiento práctico y en su valor realizable, donde la utopía se ha de alcanzar desde el pragmatismo y realismo porque “las ideas buenas son las que se convierten en realidades y toda idea que no se pueda materializar queda en nada”.

“Los hechos están por encima de las ideas a la hora de hacer cosas; sabíamos que era imposible y nos pusimos a ello”. Y bien que se logró, “mano a mano, mente a mente, creando trabajo y entornos más humanos y mejorando la tierra”. Otra máxima de gran valor: “Hay que crear empresarios más que propietarios”.

En un mundo donde la libertad, la dignidad y solidaridad están en solfa, y donde la ambición, el egoísmo, la exclusión, la especulación y la crueldad están a flote, la pregunta es: ¿Qué hacer y cómo transformar esta realidad?.

Construir sueños es buscar soluciones y saber compartir. Crear comunidad y ampliar convivencia ha de ser el desafío actual. En toda circunstancia daba valor al comportamiento humano y a la colaboración y abogaba por aprovechar las capacidades humanas fomentando motivación, estímulo e inteligencia. La esperanza es el sueño del hombre despierto, decía, y para un futuro mejor, despertar y activar la conciencia ha de ser el objetivo.

Jose Maria Ormaetxea, lugarteniente, valedor y propulsor de los mensajes de Arizmendiarrieta, afirmaba que para que exista una sociedad democrática deben conjugarse tres factores: la libertad, la oportunidad y la información; argumentaba que debemos sembrar en el hoy el futuro.

Rescatar ese espíritu trasformador y apostar por el futuro construyendo proyectos ha de ser nuestro cometido, y aquí todos podemos aportar y todos somos necesarios: solidaridad, ser, hacer, compartir humanismo, ése ha de ser nuestro signo vital.

Somos nosotros los artífices de lo que hagamos, y anticiparnos al futuro con coraje y determinación era su leitmotiv, creando condiciones para que ocurra lo que deseamos. “Avanzar y transformarse, beti aurrera, siempre adelante” fue su última reflexión. Es por tanto nuestra responsabilidad que el sueño lo hagamos real.