Una de las más terribles consecuencias de la guerra en Ucrania puede ser la relativa a la interrupción de las exportaciones de alimentos, singularmente cereales y específicamente trigo, maíz y cebada, por parte del país agredido, Ucrania y en menor medida el agresor, Rusia. En tal sentido la voz de alarma del primer ministro italiano, Mario Draghi, es sintomática. Según él: “el mundo se aproxima a una catástrofe alimentaria gigantesca”.

Es bien sabido que Ucrania cuenta con extensos campos de cereales, las famosas chernozem o tierras negras, que permiten crecer dos cosechas anuales. Ya en el siglo XIX se decía en Castilla que para que hubiese una buena campaña cerealista tenían que concurrir, a ser posible, tres cosas: “lluvia, sol y guerra en Sebastopol”. La afirmación se remonta probablemente a los excelentes beneficios para los agricultores castellanos derivados de la escasez provocada por la guerra de Crimea, de mitades de ese siglo, que involucró a Rusia y Turquía, como potencias beligerantes, con el apoyo a Turquía de Francia e Inglaterra.

Según The Economist, el pasado año 2021 Rusia y Ucrania fueron el primero y quinto exportador de trigo del mundo, con 39 y 17 millones de toneladas, respectivamente, lo que representa nada menos que el 28% de todo el mercado mundial. Los dos países producen además ingentes cantidades de maíz y cebada para alimento de animales, siendo Ucrania también el máximo productor de semillas de girasol.

La dependencia del grano de ambos países es máxima en el caso de Egipto, Turquía, Líbano, Indonesia o Paquistán, con tasas superiores a la mitad de sus necesidades, siendo la dependencia de los países subsaharianos superior también al tercio de las mismas. Según la FAO, unos 50 países dependen de Rusia y Ucrania para entre el 30 y el 50% de sus necesidades alimentarias.

El problema sustancial ocasionado por la guerra en Ucrania es que, no solo ha dañado sus cosechas de verano, sino especialmente en que impide la exportación de granos a través de sus puertos, como habitualmente. La imposibilidad de exportar a través del Mar Negro incide, además, en problemas serios de almacenamiento, al tener los silos repletos en estos momentos en que se han de recibir las nuevas cosechas.

La situación actual es que los puertos de Ucrania en el Mar Negro, singularmente el de Mariúpol, han quedado destrozados por los combates y que el de Odessa, el más importante, no está operativo por el bloqueo de la armada rusa y las minas colocadas por los ucranianos para impedir un posible desembarco anfibio por los rusos. La utilización de otros medios de transporte o puertos extranjeros complica severamente las cosas e incrementa también mucho los precios.

El estrangulamiento de las exportaciones de grano ucraniano podría producir un gravísimo daño a muchos cientos de millones de personas, pues ha coincidido además con situaciones de dificultad alimentaria derivadas de excesos de lluvias en China, sequías severas en la India, el Medio Oeste de los Estados Unidos o Argentina. La alternativa de sustitución de trigo u otros granos por arroz, por ejemplo, tiene una limitada aplicación a solo algunos países como Indonesia, según diversas fuentes.

La situación de Rusia es mucho menos difícil que la de Ucrania, pero aquella resulta también afectada como compradora de fertilizantes y semillas, a causa de las sanciones de Occidente, El resultado de todos estos factores anuncia escasez, problemas de abastecimiento y fuerte elevación de precios, lo que podrá producir hambre y malnutrición en proporciones catastróficas. El boletín de la OCU de junio informa que el precio del trigo en lo que va de año ha subido un 75,2%, correspondiendo cerca de un 20% de esta subida a febrero, coincidiendo con la invasión de Ucrania. Un factor añadido de encarecimiento es la enorme subida de precios de los fertilizantes, de más de doscientos por cien en el último año.

A todos estos condicionantes hay que agregar también la existencia de un mercado mundial de cereales de carácter oligopolista, con empresas como Cargill, Louis Dreyfus o Bunge, que convierte a los cereales, vitales para la alimentación humana, en un activo financiero análogo al petróleo o el cobre, y susceptible por tanto de especulación, según denuncia la ONG Oxfam en un reciente informe.

Se están alzando voces para romper el cerco de Odessa y sus minas defensivas permitiendo la salida de los cereales ucranianos lo antes posible. A tal fin, se sugiere la necesidad de organizar una flota internacional de escolta para permitir la travesía de los barcos graneros a través de los estrechos turcos de salida del Mar Negro, pero el asunto es muy delicado por las reticencias de Turquía, en base a tratados internacionales y sobre todo por temor a un enfrentamiento con la armada rusa, que podría provocar una catástrofe nuclear. La historia recuerda el episodio de la batalla de Gallipoli, en la Primera Guerra Mundial, en que el ejército británico, en su ofensiva para abrir el flujo de cereales de Ucrania y Rusia al comercio internacional, sufrió una humillante derrota con graves pérdidas humanas.