El pasado 19 de junio se cumplieron 4 años de la aprobación por unanimidad del Parlamento Foral de una moción para el impulso de un modelo inclusivo participativo navarro de empresa que conciliara el desarrollo de las personas y la competitividad empresarial.

Dicho aniversario ha sido coincidente con la entrega en Pamplona del Premio Arizmendiarriera Saria Navarra a la empresa Autofren, Seguridad Industrial S.A. SEINSA, de Eugui, que fue distinguida por un jurado en el que figuraban personas muy destacadas de la empresa y sociedad navarras.

La empresa ganadora, proyecto visionario de la familia Azcarate en la pequeña localidad en la que tiene su sede, cuenta con algo más de 300 empleados en sus plantas de Navarra e India y ha destacado por sus sistemas de comunicación interna, su preocupación por la formación de las personas de la empresa y su sistema de retribución ligada a los resultados de la misma. A destacar, además, su especial vigilancia para que exista igualdad de oportunidades de mujeres y hombres en su planta de la India.

El premio supone, en cualquier caso, la concreción de una de las recomendaciones del Parlamento al Gobierno para prestigiar a las empresas que destaquen en la implantación del modelo mediante la organización de algún premio o reconocimiento al respecto.

El Parlamento navarro se adelantó así a una decisión histórica, ya comentada en estas páginas, del Business Roundtable, probablemente el lobby empresarial más influyente en EE.UU., abandonando formalmente el principio que había guiado al mundo de los negocios en EE.UU., formulado por Milton Friedman en setiembre de 1970, según el cual el único propósito de las empresas debería ser proporcionar el máximo valor al accionista.

Dicho propósito era sustituído por el de ofrecer una satisfacción equilibrada a los intereses de los distintos stakeholders de la empresa; empleados, clientes, proveedores y comunidad en la que se inserta y no sólo tener en cuenta a los accionistas.

El modelo concreto aprobado, con todo, ha ido adaptándose posteriormente a las sensibilidades específicas de colectivos y ámbitos geográficos diversos, en un doble sentido. Así, la oficina en Madrid del Global Compact de la ONU nos ha hecho notar la necesidad de concretar en mayor medida las responsabilidades medioambientales de la actividad empresarial.

En ese sentido, y considerando el fin último de “dejar un mundo más habitable y mejor a las nuevas generaciones”, hemos incorporado una propuesta medioambiental en la que se sugiere “evaluar anualmente el impacto medioambiental de la actividad de la empresa y fijar objetivos anuales de mejora, dándole un tratamiento de gestión al mismo nivel que los indicadores económicos”.

Pero, por otro lado, el contraste con sensibilidades empresariales y sindicales del País Vasco, el conjunto del Estado y la Unión Europea han puesto de manifiesto la falta de coincidencia en dos recomendaciones concretas que figuran en la moción aprobada en Navarra: estimular la participación de los trabajadores en la propiedad de las empresas, así como su participación en órganos de decisión y control de las mismas. Propuestas ambas que suscitan rechazos ideológicos y recelos prácticos en una mayoría de empresarios y directivos.

Es preciso subrayar, no obstante, que la experiencia práctica de las cooperativas del Grupo Mondragón muestra que ambas recomendaciones tienen una influencia positiva en la competitividad y desarrollo de las empresas, al implicar en mayor medida a los trabajadores en el éxito empresarial por ligar los intereses particulares y los intereses empresariales, tanto a corto como a largo plazo.

Sin embargo, es claro que el camino que lleva a mejorar los resultados en la empresa necesita desarrollarse contando con la anuencia de la propiedad y la dirección de las empresas, que deben convencerse de los pasos concretos para que la integración de las personas y sus capacidades tengan un potencial multiplicador en los resultados y en el valor de la empresa.

Desde un punto de vista práctico, la variante del modelo que está siendo difundida por UNIAPAC, que agrupa a más de 40.000 empresarios y directivos cristianos de 43 países de todo el mundo sugiere estudiar, cuando el nuevo modelo de empresa haya avanzado suficientemente y haya un proyecto común entre todas las partes para el desarrollo del mismo, la creación de comisiones de vigilancia y control donde haya representación de todos los miembros de la empresa.

Se condiciona, por tanto, su aplicación a crear las condiciones de entorno que superen los recelos que suscita, pero sin descartar su puesta en marcha.

En cuanto a la participación en la propiedad, no se mantiene la recomendación como tal con carácter genérico, pero sí el compromiso de “facilitar a los trabajadores el acceso a la propiedad de las empresas en aquellos casos en que estas lo consideren adecuado para la sostenibilidad y/o el desarrollo de su proyecto empresarial (empresas familiares con problemas de sucesión, start ups, empresas en crisis con viabilidad, empresas intensivas en conocimiento...), priorizando a los mismos frente a otros posibles inversores a fin de reforzar, a la vez, el arraigo territorial de las empresas”, de similares consecuencias prácticas.

Merece la pena recordar, por otro lado, el liderazgo de Navarra en esta dirección de humanizar la empresa para mejorar su competitividad. Así, desde el año 2005 existe el Proyecto InnovaRSE (que se inició con Gobiernos de UPN y ha continuado con los sucesivos gobiernos posteriores) y, por otro lado, la CEN lleva años trabajando en lo que denomina mejora de la competitividad a través de las personas, con importantes similitudes en ambos casos con el modelo que estamos promoviendo.

Lo que nos lleva a subrayar, en cualquier caso, que lo importante es que las empresas se pongan en marcha en un proceso progresivo de mejora en la dirección propuesta sin importar tanto la fórmula concreta que elija cada una. Y recordando que, en frase de Arizmendiarrieta, “el ideal es hacer el bien posible, no el que se sueña”.

El autor es presidente de la Fundación Arizmendiarrieta