ese desasosiego tan propio del sentimiento osasunista nos lleva a elevar siempre el grado de exigencia. Hay que ganar, pero con solvencia; el empate pocas veces es un consuelo; y casi nunca hay justificación para la derrota. Ponemos el pero por delante del cómo. Parece que el conformismo estuviera penado con un mal mayor en el próximo partido. Nos vamos poniendo la venda sin saber dónde tendremos la próxima herida. Digo esto porque palpo que nos cuesta otra vez disfrutar con un partido como el de ayer; que si reúne todo lo positivo que cabe en una remontada de dos goles y en tiempo de prórroga, lo amortiguamos repasando lo que el equipo hizo mal hasta el minuto 75 e incluso después. Si nos paramos a descalificar la nula aportación de Juan Villar, el estado de calamidad de Cardona, la pasividad rayando en la despreocupación de Roncaglia, el error permanente en la elección de Rober Ibáñez, la vulnerabilidad de todo el sistema defensivo y el estado de rendición por anticipado en la defensa de las jugadas a balón parado, si hacemos un discurso con todo esto estaremos cargados de razones, pero perdiendo energías a la hora de animar el próximo y trascendental compromiso en la Liga contra el Levante. Es lógica la preocupación por ese bajón detectado en el funcionamiento general del equipo en los últimos partidos. La siente también el entrenador, que sabe mejor que nadie cuál es el momento de cada uno. Ya sabemos que si alguien ve con nuestros ojos ese es Arrasate. Y sería bueno acudir el viernes a El Sadar con el lavado de conciencia ya hecho; sin desconfianza y dando por sentado que Osasuna es ese equipo que no tira la toalla, poco importa la categoría que acoja a su rival.

De ahí que también haya que ponderar las armas que tiene este equipo. Tras el descanso, y con un 2-0 en contra, hubo más método que prisas; fue el balón de aquí para allá, buscando el espacio o el error de un adversario más que digno en su comportamiento y en su tenacidad. Era cuestión de tiempo que los ocupantes de la barricada se acabaran rindiendo. Es cierto que el paso de los minutos y el triple cambio realizado por Arrasate deja en mal lugar a quienes abandonaron el campo y salva la cara al entrenador tras su apuesta primera, ya que Brasanac y Chimy sí demostraron por qué juegan cada fin de semana. Incluso esa reaparición de Barja (mitad milagro de la ciencia, mitad esfuerzo y sacrifico del canterano) es otro dato optimista, como la parada de un rehabilitado Juan Pérez y el posterior gol de un Íñigo Pérez que supo leer lo que requería el partido.

Osasuna remonta, gana y sigue en la Copa. Tres buenas noticias. Puede parecer poco cuando acompañamos a un equipo que protagonizó una racha histórica y que ha desplegado un fútbol brioso que entusiasma a su hinchada. Los cuatro últimos partidos han dejado al aire algunos problemas, pero esta mínima crisis de identidad y de juego va pasando sin derrotas que lamentar. Creo, para acabar, que la exigencia ya se la impuso esta plantilla desde que Arrasate desembarcó en Tajonar. Ellos son los primeros en querer dar más. Lo demostraron ayer en Huelva sacando la cabeza del pozo en que se habían metido. Y eso hay que aplaudirlo.