a primera eliminatoria de Copa cumple con lo que se espera del formato adoptado la pasada temporada. La distancia que separa a los equipos contendientes es tan abismal que apenas deja un diminuto resquicio para la sorpresa. La calidad técnica, la preparación física, la condición de profesionales de unos y el carácter amateur de los otros, solo permiten hacer de los preparativos el principal atractivo de la eliminatoria. Es ahí, en los días previos, cuando cobra protagonismo el futbolista que entrena después de cumplir su jornada laboral, los dirigentes multifuncionales y el día a día de clubes que subsisten sin ingresos de televisión ni facturación por merchandising. El premio para el trabajo de toda la estructura que sostiene a esos equipos es la de ser importantes por un día, hacerse visibles en telediarios y prensa deportiva, disfrutar, en fin, de unos minutos de gloria. Como los que han encontrado estos días el Tomares, un equipo de regional que ha obtenido la recompensa de competir en un gran estadio contra futbolistas que salen en los cromos. Las caras de satisfacción de sus muchachos al terminar el encuentro, pese al 0-6 y el enorme desgaste físico realizado, lo decía todo. Durante hora y media pudieron escuchar de cerca el latido del fútbol grande, los movimientos de los futbolistas que llenan horas de televisión. El cuadro sevillano no solo exhibió un comportamiento digno, sino que mostró un estilo de interpretar el fútbol, de manejo sereno del balón en la salida, que acredita a un grupo competente y con identidad. Ese tratamiento que da la Copa a los equipos modestos es de lo mejor que ha sucedido en el fútbol en los últimos años.

En este contexto, el rival de más rango es un invitado estelar pero puesto en compromiso. Cualquier tropiezo, una actuación deslabazada, carente de interés o haciendo gala de desánimo, solo puede acarrear complicaciones a entrenador y jugadores. Dicho de forma resumida: no vale con ganar, hay que reflejar las diferencias en el marcador. Y por ahí cumplió Osasuna mucho más que por la autoridad de su fútbol, reflejo también de una alineación en periodo de prueba. Minutos para los que menos aparecen en la Liga, para los chicos de la cantera que rellenan con su nombre las actas del árbitro y asisten a los partidos desde la tribuna, y para quienes en su proceso de recuperación de una lesión tratan de reforzar su confianza, la del entrenador y la de la afición. En este punto, la eliminatoria sirvió para ver las ganas desbordantes de Brandon para poder ser útil a Osasuna, y los progresos y argumentos de Javi Martínez para seguir reclamando una oportunidad que se va dilatando más de lo aconsejable. Por contra, la expectación por ver a un futbolista como Saverio, pescado en la cantera del Barcelona, quedó en eso, en expectación, porque no ofreció muchos argumentos ante contrincantes a los que se supone debía superar en el uno contra uno o mostrar a quienes apenas le conocen de dónde bebe su interpretación del fútbol.

Tomemos pues esta eliminatoria como la aportación de Osasuna a este tributo al fútbol modesto, más allá de otras lecturas que tampoco se pueden dejar pasar por alto. Porque hoy unos disfrutarán de sesión de descanso, baño y masaje, y otros tienen una dura jornada laboral por delante.

El Interescolar, para Semana Santa. Descartada la celebración del Torneo Interescolar en las tradicionales fechas de Navidad por las restricciones obligadas por la pandemia, Osasuna maneja la posibilidad de celebrarlo, en un formato más reducido, en fechas de la próxima Semana Santa.