En un párrafo

iempre es bueno para una competición que en ella estén los mejores. Es obvio. Pero mentiríamos si dijéramos que vamos a echar de menos a los eslovenos Primoz Roglic y Tadej Pogacar en el Giro de Italia que empezó ayer, porque su ausencia le da a la carrera el aliciente extra de la incertidumbre, hasta el punto de que ningún experto ha sido capaz de confeccionar una lista de favoritos inferior a seis u ocho ciclistas. Le añades alta montaña a punta pala, pero especialmente bien repartida (casi siempre con etapas de recuperación intermedias, para que se le haga bien los honores a las grandes cimas) y ya tienes el apetitoso menú de la gran vuelta más ciclista, más imprevisible y más bonita. Y si le sumas además que el alavés Mikel Landa es uno de los aspirantes -ya ha sido 3º y 4º, pero se trata de dar el verdadero paso adelante-, miel sobre hojuelas.