Osasuna no acaba de encontrarse cómodo en su casa y ante el Elche sufrió de lo lindo, en algunos lances demasiado, y temió incluso por el marcador, por si le iba a llegar algún punto en el reparto final. El equipo de Arrasate se reunió en El Sadar con algunos de sus particulares fantasmas de esta temporada y, por orden de aparición en el estadio, concedió primero un córner blando -en una pugna entre delantero y defensa que acaba con contacto y rebote del balón-, defendió sin contundencia su ejecución -otro tipo anduvo tan campante en el primer palo- y, empatado el partido, fue dominado y superado por un rival que, simplemente, jugó mejor y lo tuvo más claro. Una lista de horrores.

Nada hubo ayer que objetar al tesón de los rojillos y a su ahínco para buscar hasta el final del tiempo suplementario el gol de la victoria, porque hay pocos que igualen al equipo de Arrasate a la hora de intentar morir en el área rival. Tampoco es discutible, sin embargo, que Osasuna se está enredando en los encuentros como local, que con anda con la frescura de las primeras jornadas de Liga y que cualquier azote en el marcador, ayer un gol de la igualada relativamente rápido, enturbia sus ideas y condiciona su despliegue.

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Ante el Elche, Osasuna fue de más a menos con excesiva rapidez y de andar lanzado, desbocado y sin cadena, pasó a frenarse en seco por una contrariedad del destino -un gol a balón parado tontottón-, también por las habilidades del rival. Quizás la fragilidad emocional, las ganas de hacer las cosas bien demasiado rápido, la falta de sosiego general, la gestión de la ansiedad en momentos puntuales, cualquier explicación que se le quiera buscar, están jugando en contra del equipo navarro, que sufre y se retuerce en El Sadar.

Solo un aspecto es rescatable del encuentro de ayer. La suma de un punto más eleva la cuenta a 20 en el casillero y, aunque se ha desacelerado la marcha imponente de hace unas semanas, sirve para que el objetivo -la permanencia- esté un poco más cerca, y que el trabajo siga estando adelantado.

Ayer también quedó claro que el calendario solo se va a dulcificar en la medida que Osasuna responda a los compromisos, porque un Elche metido en apuros y descabezado -ayer con el nuevo entrenador en otra parte- se mostró más animado, con más juego y chispa que los rojillos. Todo debe servir para reflexionar en esta crisis de resultados, que no crisis fatal, que está diezmando al equipo como local. El mundo al revés para un equipo tradicionalmente gallito insolente en terreno propio, que ahora anda perdido.

Osasuna demostró que quería ganar, hacer el exorcismo en El Sadar -solo una victoria- y cambiar el panorama. Para la faena, Arrasate tenía un plan claro en la búsqueda del gol y con surtidores desde las bandas -los dos laterales Nacho Vidal y Cote, además de Kike Barja y Rubén- y rematadores acreditados -las dos torres, Kike García y Budimir-, se afanó en la tarea, cosa que salió rodada en un inicio de partido a toda marcha, atractivo. En siete minutos, Kike García casi se come la puerta en un testarazo de pura ambición, Budimir sacó astillas del larguero con un zurdazo -hubo toque sutil de Barja para dejarle solo- y, en la jugada siguiente, el croata marcó de penalti. Un empellón torpe de Fidel que no venía a cuento y con el que se desplomó Nacho Vidal. No había mejor manera de poner en marcha un plan para el abordaje que cobrando pronto el botín.

No estaban pasando muchas cosas, pero tras estar arrinconado al principio, el Elche fue capaz de ir sacando la cabeza y, finalmente, de colocarla en el sitio oportuno. Osasuna concedió un córner mansamente -negros nubarrones de recuerdo del último partido en el Wanda nublaron el escenario- y después nadie defendió el remate en posición forzada de Fidel. El atacante conectó con la cabeza de espalda ante la pasividad de sus defensores más próximos, Budimir y Kike García, que metidos en faenas más coercitivas no anduvieron finos.

Y así, poco a poco, como lluvia fina, el partido se le fue escapando de las manos a Osasuna, que pasó a ser el equipo incomodado. Incluso el Elche estuvo a punto de plasmar la remontada en el primer tiempo en una ocasión de Lucas Pérez que, de nuevo, superó a Unai pero no logró hacer lo mismo con Sergio Herrera, providencial.

El partido de Osasuna no estaba resultando tranquilizador y, al contrario, había que esperar una reacción profunda para que no se fuera todo al traste. Desaparecidos los dos 9, sin una propuesta clara en el centro del campo, los rojillos ya habían tirado de las habilidades de Kike Barja en el primer tiempo para sembrar de incertidumbre a su rival. El extremo de Noáin fue el mejor argumento ofensivo de su equipo hasta que fue sustituido.

Cómodo en el campo, el Elche fue el primero en encender las alarmas porque Lucas Boyé, infiltrado entre los defensas, remató al poste ante la parálisis generalizada. Solo hubo una intentona de Moncayola, bien resuelta por el meta del Elche, para intentar imponer alguna zozobra a su rival que, sin embargo, fue creciendo, jugando mejor y con más criterio, ante un Osasuna crispado, esforzado y sin brújula, solo con temple en forma de centros que no llegaron a ninguna parte. Cada vez más animado, el Elche obligó a Sergio Herrera a realizar la parada de la noche al sacar una mano prodigiosa que evitó un gol cantado de Josan. Osasuna mejoró a partir de entonces, en el tramo final del partido, y empujó hasta el final con lanzamientos sin peligro. Kike García, en el primer minuto del descuento, dispuso de la ocasión más clara al recibir un balón en el área y que su remate se encontrara con un bosque de defensas. Aún el delantero buscó el gol en el minuto siguiente. Por buscar que no quede, aunque por ahora Osasuna anda perdido en casa.

4 osasuna-

Apostó por un 4-4-2 clásico, cosa que le funcionó en el tramo inicial. Con la mejoría del rival, no acertó con la tecla para cambiar y ganar.

5- elche-

El secretario técnico fue el entrenador y el Elche ofreció una buena imagen, superando un gol en contra y siendo mejor que los rojillos.

4- árbitro -

Fue riguroso en la jugada del penalti a favor de Osasuna y perdonó la segunda amarilla a Fidel. Optó por dejar jugar a veces en exceso.