Estaba mirando la clasificación. Cuando los partidos de Osasuna me dejan que ni fu ni fa, cuando tengo más lamentos que elogios para el rendimiento que el equipo ha sacado a su juego y al planteamiento, cuando busco alguna explicación para saber, por ejemplo, por qué me siento decepcionado con los dos últimos partidos, en días así echo un vistazo a la tabla de puntos. Frente a una temporada de altibajos, construida sobre una gruesa base de rachas más que a paletadas de regularidad, el termómetro de los veinte equipos me da la temperatura correcta. Y ese mercurio construido partido a partido pone hoy a Osasuna como el primero de los equipos que en agosto salen a competir por la permanencia y con una ventaja de 11 puntos sobre el descenso. Ese puesto undécimo, el mismo en el que cerró el pasado curso, quizá pone las metas y los límites, que también vienen condicionados por el presupuesto del club y el potencial de la plantilla. Recuerdo una vez más aquella frase de Martín Monreal en la que concluía que Osasuna debía aspirar a estar siempre entre los diez últimos de Primera y los diez primeros de Segunda. Pero, analizando las tres últimas temporadas, ¿se puede aspirar a más? En las dos recientes jornadas al equipo de Jagoba Arrasate le ha faltado dar un paso adelante. Se ha encontrado a dos contrincantes que venían con el oxígeno justo y en una trayectoria de resultados en negativo. Sin embargo, en ambas ocasiones ha salido derrotado sin tener muchos argumentos para reclamar alguna recompensa ni presentar otros méritos más allá del esfuerzo innegociable. Eran dos compromisos en los que esperas un plus de intensidad, todo ello apoyado en la constatación de que con 32 puntos había mucho que ganar y poco que perder. Claro que los rivales eran Atlético de Madrid y Real Sociedad, dos de los que juegan la liga del piso superior y de cuyos diez inquilinos Osasuna solo ha logrado ganar al Villarreal, que no es poco. Y empatar con Real Madrid y Barcelona. Y es que al Atlético le puedes pillar en plena hemorragia, pero se saca del botiquín las tiritas de los contragolpes que lo curan todo; y la Real puede llegar bajo los efectos de una dolorosa eliminación y de tener en las piernas la sensación de jugar partidos sin pausa, pero te marca un gol con media ocasión y su defensa puede estar achicando balones colgados hasta la medianoche. Los aficionados -y más los de Osasuna- nos ilusionamos con poco; pero subir en el escalafón del fútbol cada día es más complicado por mucho que de vez en cuando en la planta superior se cuele un okupa (tipo Getafe) o haya un desahucio inesperado (como no hace mucho tiempo le pasó al Betis). Y vuelvo a repetir la pregunta: ¿se puede aspirar a más? Lo veo complicado, pero se debe. Siempre que se mejore la plantilla (este año ha crecido la inversión), hay que buscar la consolidación y tratar de superar objetivos, por lo menos en la exposición de principios allá por julio. También debe ser una aspiración el subir a más chicos de la cantera… Vendría ahora a cuento la reflexión de Michael Robinson sobre “el conformismo enfermizo” de Osasuna, pero creo que aquella etapa está superado hace tiempo. A día de hoy, yo creo que con seguir en Primera tenemos suficiente. Y ganar algún partido en El Sadar. Y con luchar por ser los campeones del segundo piso...