pamplona - La patente de la cantimplora lumínica pertenece a Ángel Núñez Chamorro, un vecino de Pamplona que el pasado 1 de diciembre cumplió 20 años. Así se estipula en el Boletín Oficial de Propiedad Industrial (BOPI). No obstante, y pese a que el registro se ha oficializado hoy, la andadura de Ángel en el cenagoso mundo de las patentes y los derechos de autor comenzó hace algún tiempo.
Concretamente el verano pasado en un campamento de la Fundación Itaka-Escolapios. “Soy monitor en un grupo juvenil y, en un campamento que hicimos el verano pasado, estábamos todos sentados en círculo. Yo estaba hablando con uno de los chicos y, de repente, nos fijamos en otro chico, que estaba en el extremo opuesto jugando con una linterna y una cantimplora de plástico. Estuvimos un rato mirando como, con la linterna en la base de la cantimplora, la iluminaba y la apagaba y comentamos que estaría bien que existiese algo así”, recuerda este joven estudiante de Historia y Economía en la UNED.
A la vuelta y espoleado por la curiosidad, Ángel decidió buscar en internet “a ver si encontraba algo”, pero pronto se dio cuenta de que “no existía nada así”. Por lo que decidió crearlo con ayuda de su hermano Javier. “Él está estudiando Ingeniería Civil en Burgos y me ha ayudado mucho, tanto con la parte técnica como con el apoyo moral”, asegura Ángel, que para lograr la patente ha tenido que atravesar un proceso “muy largo y frustrante” cuyo resultado ha merecido la pena y, para alegría del joven inventor, ha interesado a varias empresas.
“Es un modelo de utilidad, es decir, es una patente que mejora algo que ya existe. En este caso, una cantimplora, ya sea de plástico o aluminio, y añadirle por debajo una batería conectada a unas luces de led que rodeen la botella”, explica Ángel, que no duda en añadir que la cantimplora se podría apagar y encender y cargarse con energía eléctrica o con pilas.
Las utilidades de este invento son muy numerosas y Ángel, como amante de las actividades al aire libre y monitor de un grupo de jóvenes, las conoce bien. “Lo primero de todo es que es un producto divertido. Cuando vamos a ir de campamento, lo primero que hacemos los monitores es decir a los chavales que no pueden llevar el móvil, ni punteros láser... Y esto, sería legal, algo que necesitan y que al mismo tiempo puede servir de juguete”, razona este joven inventor.
Aunque también puede tener otras aplicaciones más prácticas, como aumentar la seguridad o hacer las veces de linterna. “Hace un par de años estábamos acampando en Isaba cuando comenzó una fuerte tormenta y pedimos ayuda a los bomberos. Ellos nos comentaron que podía ser una buena idea que encendiésemos y apagásemos una linterna o lo que fuese, para que estuviésemos más localizables. Además de aconsejarnos llevar siempre una linterna encima, por si acaso”, explica.
registro Para registrar una patente en el BOPI, primero hay que presentar una solicitud explicando qué es y porqué puede triunfar. “Ellos te facilitan un modelo estándar y hay que contestar a las preguntas, pero es bastante fácil equivocarse. A mí me la rechazaron dos o tres veces por cuestiones de formato. Además, presentar cada solicitud costaba unos 40 euros. La primera vez 75 y, luego ya 40”, apunta Núñez.
Una vez aprobado, la propuesta pasa a manos de un trabajador de la Oficina Española de Marcas y Patentes, que se encarga de estudiar el invento y determinar si es o no viable. “En mi caso dijeron que era viable y que comenzaba ya el proceso de publicación en el BOPI. Luego, pasan dos meses en los que esa patente es pública, por si alguien quiere presentar una reclamación por plagio”, explica Ángel, que vivió este proceso con relativa tranquilidad. “En mi caso, el único que podía alegar algo era mi hermano”, bromea Núñez, que ya tiene en mente “dos ideas nuevas que estoy pensando en desarrollar”.