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Planeta Melancolía

Planeta Melancolía

HE pasado toda la semana bajo la influencia de Melancolía, la última y poderosa película de Lars von Trier. Un poema visual con una banda sonora que adquiere dimensión de personaje principal. Un planeta nebuloso de color verde jade oculto tras el Sol se acerca a la Tierra. La amenaza sitúa en su lugar los miedos y las reacciones de un grupo de mujeres y hombres que conjuran su desabrigo de las formas habituales, la protección, la ocupación, la huida, la voluntad, la agresividad, la negación, posturas personales que resultan fútiles frente a la inmensa mole que avanza ajena a su destino. ¿Podría haberse hecho algo? No se sabe, en cualquier caso ya es tarde.

Como cualquier obra de arte, la cinta tiene niveles de lectura que van desde lo personal a lo político. Es una metáfora que cada cual puede interpretar, completar y prolongar.

Bajo ese signo melancólico, leo que en Navarra casi un 5% de las adolescentes dice haber vivido situaciones de maltrato en pareja y más del 3% de los adolescentes reconoce haberlos ejercido. Que un 19% de chicas y un 32% de chicos justifican el sexismo y la violencia como reacción a una agresión. El dato es inquietante, abre el espacio de la tolerancia al maltrato.

También esta semana me entero de que más de la mitad de las usuarias del Servicio Municipal de Atención a la Mujer (SMAM) de Pamplona no superan los 40 años y de que, según el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, en España hay unas 400.000 mujeres que sufren malos tratos a día de hoy.

El jueves, dos nuevos detenidos en Corella y Viana se sumaban a la lista de presuntos maltratadores. Las cifras aturden o cansan. De acuerdo. Pero la realidad no nos priva de ponerles cara. Esta vez la de Avellaneda, una chica de 17 años que ha aparecido muerta al parecer a manos de un antiguo novio o ni siquiera tanto. ¿Era previsible la concatenación de hechos que acabó con el cadáver de la joven tirado en una cantera?

Esto, en el apartado de lo muy visible. Como todas las semanas, habrá manos que hayan ido a culos que no les han invitado, expresiones vejatorias, desautorizaciones, asaltos y agresiones que no se denuncian, controles telefónicos, escenas de celos, curas y tertulianos que demonicen lo que llaman ideología de género con la talla crítica, la documentación y el desenfado expositivo propio de eminentes politólogos como Bertín Osborne (esta semana, además, ya lo siento por salirme del tema, el simpático jamonero ha estao sembrao), habrá personal que no busque las leyes generales que se intuyen bajo tantas manifestaciones particulares y privadas y no identifique como violencia lo que a todas luces lo es, o en su caso, la justifique.

¿Qué estamos haciendo? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué debemos decir? ¿Para qué y cómo estamos educando? ¿Para qué estamos preparando y para qué no? Las respuestas están en el montón de lo pendiente.