El tamaño del cerebro de las abejas está relacionado con su dieta. En cambio, su ciclo vital y la forma en la que se relacionan no afectarían al tamaño de este órgano, ya que especies que se relacionan en comunidad, como la abeja de la miel, no tienen cerebros más grandes. Con esto, las abejas que tienen dietas menos diversas tienen el cerebro más grande. Así lo demuestra un estudio del Centro de Investigación Ecológica de la Estación Biológica de Doñana, que analizó el cerebro de casi 400 abejas de 93 especies diferentes.

Asimismo, el estudio ha descubierto que la abeja solitaria Flavipanurgus venustus, que vuela por los matorrales mediterráneos, se acerca a una flor, huele otra, pero se alimenta exclusivamente de la estepa cresta (Cistus crispus), tiene el cerebro más grande. Los biólogos lo explican porque memoriza el color rosa intenso de sus flores, el aroma particular que desprenden y las busca por todo el prado, y tener el cerebro más grande le ayuda a tener esta precisión. ç

“Las abejas que se alimentan de todo, no se tienen que esforzar mucho porque tienen muchas flores para escoger; en cambio, las abejas que han de pensar dónde está aquella flor específica y memorizar sus características necesitan un cerebro mayor”, explicó Ferran Sayol, primer autor del estudio. El estudio también compara el tamaño del cerebro de las abejas en relación con otros factores como su ciclo de vida y su sociabilización y el resultado indica que las especies que a lo largo del año tienen una única generación, lo que sería un ciclo de vida lento, tienen también cerebros más grandes. En cuanto a la vida social de las abejas, no detectaron diferencias: “Las que viven en grupo, como las melíferas, son una pieza de todo un engranaje y quizás por ello no necesitan tener un cerebro mayor que las abejas solitarias”, ha dicho el investigador.