La música de Mozart puede ser buena para las personas con epilepsia que son resistentes a las medicaciones.

Según un estudio publicado por Scientific Reports asegura que escuchar, por ejemplo, al menos 30 segundos de la sonata para dos pianos re mayor podría ser beneficioso para los afectados por la enfermedad.

Escuchar esta sonata en concreto "puede estar asociado" a picos menos frecuentes de actividad eléctrica asociada a la epilepsia, algo que ya habían indicado estudios previos.

La novedad es que el equipo de expertos ha conseguido determinar el tiempo mínimo que hay que hacerlo y avanza una hipótesis sobre los motivos.

Además, los resultados de la investigación también sugieren que las respuestas emocionales positivas a la sonata pueden contribuir a sus efectos terapéuticos.

Los investigadores plantearon la hipótesis de que dedicar esos segundos a escuchar la pieza musical puede activar redes cerebrales asociadas a respuestas emocionales positivas a la música y reguladas por el córtex frontal.

Y si estas redes se activan, podrían ocasionar que los picos de actividad eléctrica asociados a la epilepsia entre los que tienen esta enfermedad y los fármacos no hagan efecto en ese organismo.

Para la investigación se utilizó un electroencefalograma para medir la actividad eléctrica en los cerebros de 16 adultos con epilepsia resistente a medicamentos mientras escuchaban una serie de cortes musicales de 15 o 90 segundos, incluida la sonata de Mozart.

Se descubrió que solo la música de Mozart se podía asociar con una reducción media del 66,5% en el número de picos de actividad eléctrica relacionada con la epilepsia en todo el cerebro.

El estudio indica que esas reducciones eran mayores en las cortezas frontales tanto izquierda como derecha del cerebro, que son las regiones implicadas en la regulación de las respuestas emocionales.

También se observó que cuando los participantes escuchaban el final de secciones largas y repetitivas dentro de la sonata, un tipo de actividad eléctrica conocida como theta aumentaba en sus cortezas frontales. Algo que ya habían advertido investigadores anteriores.