Me ha llamado poderosamente la atención el dato: una de las mayores preocupaciones de los jóvenes, según ellos mismos, es la salud mental. Contra lo que pudiéramos pensar, es un problema que está por encima de otras cuestiones digamos más materiales.

También me llama la atención la falta de un plan de cuidado y prevención de enfermedades mentales especialmente dirigido a los niños y adolescentes.

El excesivo uso de las tecnologías de la información, la facilidad de acceso a entornos digitales inseguros y la poca formación que generalmente tienen sus padres o tutores proporcionan un caldo de cultivo para la creación de un mundo virtual en el que la meta suele ser conseguir muchos like (me gusta) respecto a lo ofrecido, de tal forma que la importancia del mensaje se califica por el número de veces que se retuitea sin criterio alguno y sin seguridad de ningún tipo.

Es llamativo también la agresividad de grupos de niños o adolescentes y su absoluto desprecio a las mujeres en general y a las niñas en particular, el agravante de cualquier abuso o agresión se multiplica al vaciarlo en las redes, y en muchos casos la complicidad del receptor de esa información es flagrante y alimenta el delito.

También es significativo el aumento de la vida nocturna a edades tempranas, el consumo de alcohol y sustancias para poder aguantar las horas nocturnas con la doble actuación por un lado los euforizantes y por otro los calmantes, ambos repercuten en el cerebro de forma directa y se multiplica su adverso efecto con el alcohol, con la justificación de que todos lo hacen

La solución no es solo una cuestión de represión de consumo o de conductas agresivas o malsanas, aceptado como problema hay posibilidades de acometer actuaciones para prevenir y curar la enfermedad silenciosa que comienza con el bullyng (acoso) en los colegios y continúa tanto por los agresores como los agredidos en patologías graves que generan problemas sociológicos muy importantes.

En primer lugar los centros educativos desde primaria deben tener mecanismos automáticos para que se neutralice a tiempo cualquier conducta anómala analizando alumno por alumno sus necesidades de ayuda psicológica desde la infancia, sería algo así como una revisión de la misma forma que se hace de la vista, el crecimiento o la audición.

Los centros educativos también han de ser conscientes de que en todos los centros hay problemas de este tipo porque generalmente todos somos iguales en todos los lugares, es habitual que el centro no se haya enterado cuando es clamor entre todos los alumnos, es necesario investigar los cambios en edades tempranas y tener mucho tacto en la posterior intervención, lo que a todas luces conduce a que sea un profesional quien lo estudie, lo analice y dé las posibles soluciones.

Las familias y los centros deben cambiar la percepción de la enfermedad mental o los trastornos de los niños y adolescentes como si de cualquier otra enfermedad se tratara. Nos sentimos solidarios con otras enfermedades pero somos incapaces de empatizar con quien desarrolla o ha desarrollado una enfermedad mental como si en este caso el propio paciente tuviera culpa de ello. Resulta ridículo pensar que si alguien tiene cáncer es porque se lo ha buscado, ya Cicerón decía sobre las enfermedades del alma que son más numerosas y peligrosas que las del cuerpo, pero al fin y al cabo enfermedades que se deben cuidar y curar.