El 23 de noviembre de 2019, el joven de 18 años Dilan Cruz fue herido de gravedad por un proyectil que un capitán de la Esmad (Escuadrón Móvil de Antidisturbios) disparó contra una marcha de estudiantes en Bogotá, Colombia. Cruz murió a los pocos días en el hospital. La Congregación Teatro, compañía con más 15 años de experiencia en “narrarnos” y en la búsqueda de la reconciliación y la transformación del país en una realidad nueva, se inspiró en esta historia para crear Solo me acuerdo de eso, montaje estrenado el 27 de marzo de 2021 en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, obteniendo una gran respuesta por parte del público, amigos y familia de la víctima. Y es que, lejos de buscar venganza o de centrarse en el aspecto político o ideológico de la historia, Johan Velandia, autor e intérprete de la obra, quiso poner el foco “en lo humano”

La propuesta se gestó dentro del proyecto Cicatrizar: dramaturgias para nunca más, en el que han participado cinco autoras/es de España y otros cinco de Colombia, con la intención de abordar, desde una perspectiva humanista, aquellos conflictos violentos que lastran la convivencia en ambas sociedades. En España, una de las obras creadas en el seno de esta iniciativa fue Altsasu, de María Goiricelaya, codirectora del Festival de Olite, cuyo escenario de La Cava acogerá, el viernes 28 de julio, Solo me acuerdo de eso. 

¿Cómo y cuándo surgió la idea de montar una obra en torno a la muerte de Dilan Cruz?

–Estábamos en la pandemia cuando Carlos José Reyes y Carolina Vivas, que son dos teatristas muy destacados en Colombia, fueron convocados por el proyecto Cicatrizar, que vinculaba a cinco dramaturgos colombianos y cinco dramaturgos españoles con la idea de que cada uno escogiera una herida de su país. Entonces, yo pensé enseguida en el caso de Dilan Cruz. No tuve ninguna duda.

Su caso sucedió justo antes de la pandemia. 

–Sí, fue en 2019. Entonces se había producido un importante estallido social a causa de las injusticias cometidas por el gobierno, que estaba reprimiendo las protestas de manera muy fuerte, sobre todo las de los estudiantes. Un día, el 23 de noviembre de 2019, que, casualmente, era mi cumpleaños, se convocó una gran marcha estudiantil. Yo estaba comiendo en el centro de Bogotá cuando me enteré de que uno los policías de la Esmad había disparado a la cabeza de uno de los participantes. Dilan Cruz había caído y estaba muy grave.

Menuda impresión debió causarle. 

–Sí, más que nada porque yo estaba celebrando la vida con todos los privilegios y en la calle estaban asesinando a un estudiante. Después de la comida fui a una concentración y todavía estaba impresionado por la coincidencia y porque pensaba en el dolor que tenía que estar sufriendo su madre.

¿Por qué decidió contar esta historia a través del proyecto ‘Cicatrizar’? 

–Cuando recibí la llamada del proyecto, nos comentaron que lleváramos tres ideas, pero yo no tuve ninguna duda. Sabía que tenía que ser la historia de Dilan Cruz. Otras ideas no me comprometían tanto como la reflexión que tuve ese día sobre la vida y la muerte, sobre la educación, sobre la relación de la madre y el padre ausente... Sobre un montón de temas que no eran ni ideológicos ni políticos, sino sobre todo humanos.

¿Qué cree que puede hacer el teatro y el arte en general en la recuperación de la memoria y en la reparación a las víctimas de la violencia? 

–El teatro es un instrumento maravilloso para reparar y para sanar. Es una cita entre artistas y espectadores un día, a una hora. Todo lo que sucede alrededor de ella es mágico. Nos arreglamos, nos tomamos un café o una caña antes, llegamos, nos sentamos y nos desconectamos de la realidad de este mundo por un momento para convenir con los artistas un universo ficcional en el que participar. Partiendo de todo eso, es sumamente potente ver cómo el arte traspasa esas barreras que tal vez lo ideológico, tal vez el discurso o tal vez el sistema no pueden atravesar. Porque el arte se comunica directamente con el alma. Yo creo que todos estamos muy heridos y que como sociedad tenemos una enfermedad en el alma. Y el arte es un medicamento fantástico, además de ser lúdico y enriquecedor.

¿Qué nos cuenta ‘Solo me acuerdo de eso eso’? ¿Cómo nos traslada la historia de Dilan?

–La obra se centra en el día en que un joven se va a graduar. Se prepara, recuerda las clases de historia, como la Revolución Francesa, por ejemplo, la independencia de Colombia... Pero, finalmente, cuando el estudiante se va a graduar lo asesinan, nunca recibe su título de Bachiller y la obra ubica al protagonista en una especie de limbo, en el lugar del recuerdo. Y este viaje tiene un punto cómico, porque las interlocutoras que le ayudan en la búsqueda de los recuerdos son dos palomas de la calle. Ellas le ayudan a reconstruir el mapa de sus recuerdos.

¿Cómo fue recibida la obra en Colombia? 

–El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de Bogotá hizo una coproducción con nosotros para montarla justo cuando ya podíamos volver a los teatros poco a poco. La obra se estrenó en el Día del Teatro de 2021, cuando todavía había mucho dolor social y protestas por las calles contra el gobierno. Era un momento muy álgido, con miles de jóvenes que iban a las marchas y luego venían al teatro. Al finalizar las funciones empezaban a gritar consignas y era muy emocionante. Llorábamos con el público, aquello se convirtió en un ritual. La muerte de Dilan Cruz fue un golpe muy fuerte y muy doloroso para Bogotá y la obra fue muy bien recibida, sobre todo porque, como te decía, no se centra en un tema político, sino en la historia de un adolescente que acaba de terminar el colegio y se va a graduar, en ese espíritu juvenil, provocador, cómico... También en la relación de una madre y de un padre ausente, en ese mapa de emociones y sensaciones que experimentan los adolescentes cuando salen del colegio y aterrizan en lo que los adultos llamamos la vida. 

Pero ese paso a la vida no se va a producir. No para Dilan.

–La obra es desgarradora porque en medio de ese tono de humor juvenil se produce el asesinato. Ahí se quiebra todo y es muy emocionante. En ese sentido, ha funcionado como proceso de catarsis y de sanación para la juventud bogotana que vivió el momento del asesinato.  

Johan Velandia. Cedida

¿Cómo reaccionó la familia? 

–Cuando yo empecé a escribir el texto, contacté con compañeros del colegio de Dilan. Y fue muy bonito pintar su retrato a través de sus recuerdos. Preferí hacerlo así antes que hablar con la familia porque no quería ahondar en el dolor de sus tres hermanas y su madre. Más tarde, invitamos a ver la obra a la hermana menor, que es amiga de los amigos de Dilan, y nos dijo que había sido muy bonito porque sintió que era un nuevo encuentro con su hermano. Y luego, en una segunda temporada de la obra, invitamos a la madre, que vino con las otras dos hermanas y después de verla nos dijo una frase que nos ha marcado: ‘gracias a usted y a esta obra tuve a mi hijo Dilan vivo una hora más’. 

Qué bonito. 

–Fue muy bello, y no lo dijo desde el dolor o el rencor, sino desde el agradecimiento y desde un lugar en el que estaba ya tranquila.

En ese sentido, ¿cree que este trabajo ha servido para empezar a cicatrizar esta herida? 

–Sí. Lamentablemente, en Colombia las heridas siguen muy abiertas. En el caso de Dilan, y sobre todo en relación a su entorno, a sus amigos, a su familia, sí creo que la obra ayudó a la curación. La cicatrización aquí tiene que ver con el corazón realmente, con poder superar el trauma amargo y sentir que el espíritu del amigo, del compañero, del hijo se hace eterno gracias a la representación teatral. 

¿Cuál es la filosofía de trabajo de La Congregación Teatro a la hora de abordar este u otros proyectos? 

–Somos una compañía de teatro independiente que llevamos 16 años trabajando. Yo soy su fundador y su director y nuestro espíritu siempre será contarnos, utilizar historias de nuestro contexto y de nuestro tiempo para narrarnos como colombianos y como país. Nos interesa mucho indagar en nuestra idiosincrasia e investigar sobre lo que significa ser colombiano y cómo podemos crear nuevos imaginarios que faciliten el tránsito de Colombia hacia un país mucho más amigable, un país que perdona, que puede reconciliarse y puede reparar a sus muertos para construir una nueva historia. Estamos trabajando muchos proyectos alrededor de temáticas sociales y también hemos empezado una nueva línea de creación dramatúrgica que deja un poco al margen la tragedia colombiana para profundizar en los lugares oscuros del alma humana.

¿Y qué supone traer esta historia a Olite? 

–Es una oportunidad valiosísima poder llevar la historia de un chico que jamás pensó que iba a estar en un festival de teatro al otro lado del mundo. En los ensayos que hemos tenido recientemente comentábamos que con este viaje la historia trasciende de lo local. Poder compartir lo que sucedió acá es muy interesante y tenemos muchas ganas de ver cómo la recibe el público de allá. Va a ser muy bello poder contarles qué es lo que ha pasado en nuestro país y qué es lo que queremos transformar. l