Fermín Jiménez Landa (Pamplona, 1979) juega en el espacio Apaindu con su poética del arte, ligada a “infrahistorias” que ponen en diálogo cuestiones de política, historia, economía o biología. Son procesos creativos que activan la curiosidad y ponen en contraste cuestiones como la inevitable condición efímera de muchas cosas y el afán de perdurabilidad en el arte.

El artista navarro expone hasta el 29 de diciembre en el espacio de la calle Curia su propuesta El aire es oro, el suelo es lava. Un conjunto de piezas, algunas nuevas y otras creadas hace años, que, como dice el propio autor, “no cuentan un solo relato ni pretenden despertar una única idea”, sino que “se arman juntas como una constelación y se enriquecen o contaminan unas a las otras o quizá no, quizá queden solas contando cada una su infrahistoria. Pero para mí son algo parecido a un poema, tienen la libertad del lenguaje que puede no ser lineal y salpicar aquí y allá”, explica Fermín Jiménez Landa.

“Estas piezas son como un poema, tienen la libertad del lenguaje que puede no ser lineal”

Fermín Jiménez Landa - Artista

La pieza principal de la muestra, bajo el título Todos los pájaros de Shakespeare (Postales de aves, pintura y cristales, 2020), se extiende por las paredes de Apaindu, pintadas de amarillo para la ocasión. Surge de una historia sorprendente que ocurrió una mañana de 1890 en Nueva York, cuando el farmacéutico y aficionado al teatro Eugene Schieffelin abrió las puertas de sus jaulas llenas de estorninos en Central Park, provocando una catástrofe ecológica que todavía hoy cuesta millones de dólares anuales para la agricultura de Norteamérica y que se ha cobrado decenas de muertes por accidentes aéreos.

Dos de las postales de ‘Todos los pájaros de Shakespeare’. Iban Aguinaga

“El bello plan de Eugene se enmarca en una corriente científica del siglo XIX que ahora resulta aberrante: la teoría de que introducir especies nuevas en un medio lo enriquecía”, cuenta el artista. Así, este farmacéutico y aficionado al teatro proyectaba importar todas las especies que aparecen mencionadas en la obra de William Shakespeare. Jiménez Landa recupera esta historia “que habla de la supuesta diferencia entre cultura y naturaleza, de la relación de los seres humanos con otras especies”, se apropia de ella y compone una instalación a base de postales de todas las especies de aves que aparecen en las obras de Shakespeare, 48 en total, para “reivindicar la idea de señalar las aves, como un plano, una idea o una saeta que atraviesa las decenas de tragedias, comedias, intrigas y asesinatos”.

La exposición

- Título: El aire es oro, el suelo es lava.

-Autor: Fermín Jiménez Landa (Pamplona, 1979).

-Lugar: Apaindu, espacio para la exposición de arte contemporáneo ubicado en calle Curia 7 de Pamplona.

-Fechas y horario: Hasta el 29 de diciembre, de lunes a viernes de 12.00 a 14.00 y de 18.30 a 21.00 horas.

“Las aves ajenas a los símbolos, metáforas y pasiones viven en un mundo que falsamente hemos levantando oponiendo cultura y naturaleza. Aves que matan las crías para robar los nidos, que lanzan los cuerpos apresados desde lo alto para romper los huesos de sus víctimas, que pían bellas melodías y ostentan fantasías multicolores para conquistar amantes”, dice el artista.

‘Historia de una apnea’

Tragedia en Kalymnos

La videoproyección Historia de la apnea (2020) “entreteje historias y realidades que se despliegan en Kalymnos, una isla griega del archipiélago del Dodecaneso que en su día fue el centro mundial de la pesca de esponjas, una práctica que les ha hecho por momentos millonarios y por otros pobres y desventurados”, cuenta el artista. Las esponjas se consideraron plantas hasta que en 1765 se descubrió la existencia de corrientes internas de agua y fueron reconocidas animales con respiración celular.

“Un pescador de esponjas posee una mezcla de valor, orgullo, una suerte de locura y desprecio por el riesgo. Los buzos descendían desnudos agarrados a una gran piedra. Y cuando el ejército inglés experimentó la tecnología del buceo con los isleños desconociendo los problemas que causaba la despresurización, la mitad de los buzos perdían la vida o quedaban con parálisis al subir de las profundidades”. Historia de la apnea es una acumulación de imágenes de archivo donde se entrecruzan migraciones, zoología, extractivismo, escultura, respiración, masas, peso y ligereza. Un ensayo visual de imágenes, más de la mitad procedentes de una enciclopedia de Jacques Cousteau, que se suceden a un ritmo “machacón” y por momentos agobiante y que habla de “la relación de explotación entre los ingleses y los griegos, del cuerpo humano, la presión, el agua, el respirar, el animal. Y también de lo escultórico, lo lleno, lo vacío, lo pesado, lo ligero”, dice Fermín Jiménez Landa.

La pieza ‘Contrapeso’. Iban Aguinaga

El aire es oro, el suelo es lava acoge además otras piezas como Contrapeso (2023), donde una silla en equilibrio precario sirve de base estable para una planta que crece ajena a la lógica humana. “Frente a la lógica del monumento, en la que los seres humanos crean obras de arte para perdurar y conmemorar”, el artista navarro nos coloca frente a objetos “a punto de caer y que albergan formas de vida que se mueven a su antojo”.

También, Bocabúdica & El esposo soldado (Tinta/papel, 2023), un texto escrito a mano que es resultado de un diálogo entre dos tiempos, entre una voz del pasado –la de Frida Kahlo en los años 50– y la tecnología del presente, de esta era de comunicación por whattsapp relacionada con el algoritmo y la estadística; 10:27, una fotografía sobre un pequeño gesto sin sentido, intentar fijar una hora que cambia al minuto en una marca que deja el sol en la piel; Espagueti n.5, “un pequeño gesto escultórico con una manera de hacer propia de la frialdad de la escultura minimalista y un objeto que, aunque industrial, tiene el calor de un producto que se come con alegría y que provoca una sonrisa muy poco intelectual”, dice el artista.

Por último, La cumbre (videoproyección, 2021) recoge el lanzamiento por parte del artista navarro de una de sus piezas de arte al tejado del pabellón español de la Bienal de Venecia, donde queda abandonada fuera de la vista de todos. La acción alude a la paradoja de que “la representación nacional en la Bienal es por un lado considerada uno de los mayores hitos posibles en la carrera profesional de un artista, y por el otro comienza a existir un consenso público de que es una de las ideas más trasnochadas y caducadas en el mundo contemporáneo”.