Las dos semanas finales del año en la galería Altxerri se presentan movidas. Numerosos amigos, artistas y clientes se han acercado en los últimos días para despedirse de un proyecto que ha agitado la vida cultural y nocturna de Donostia durante cuatro décadas. El próximo día 31, tanto la galería de arte como el bar de jazz cerrarán sin que, tal y como señala su director, Javier Balda, haya un relevo que recoja su legado.

Imagino que la elección de la última exposición no ha sido nada casual.

Hemos querido hacer una despedida. Es un reconocimiento y un homenaje a la sociedad fundadora, que es la que ha llevado la galería en los últimos años. Rakel Ubago es arquitecta, pero siempre ha hecho obras. Son unos trabajos diferentes, con otros materiales, en una línea posminimalista muy deudora de su formación de arquitecta. 

¿Cuándo se planteó la exposición ya estaba decidido el cierre?

Sí. Ella expuso en la galería hace quince años, pero no es habitual que una propietaria lo haga. Cuando a principios de verano decidimos que íbamos a cerrar, tenía el compromiso de al menos dos exposiciones y una tercera que se estaba preparando y que he tenido que suspender, así como otras que ya tenía para 2024. Tuve que acortar a un mes las dos muestras para poder incluir esta última y terminar con ella el 31 de diciembre.

¿Cuáles han sido las causas que han llevado a este cierre?

Que el negocio del arte no es fácil. Todavía se arrastraba la crisis del 2008, que dio un giro a muchas cosas, cuando llegó el covid, que nos remató. Aún así, el año pasado habíamos empezado a remontar otra vez. Fue, como ha pasado en más de una ocasión en Altxerri, en verano y gracias a los turistas extranjeros. Es un turista cultural al que le gusta ver qué hay de arte en la ciudad y que este año también ha ocurrido. 

“Cuando nació Altxerri había clientes de entre 30 a 45 años. Ahora, encontrarlos con ese interés es difícil”

¿Se ha perdido el comprador local?

No se ha perdido, pero no es fácil sustituirlo. Nuestra cartera de clientes ha sido muy amplia y se han convertido en amigos. Cuando nació Altxerri hace 40 años, había una serie de clientes que tenían entre 30 y 45 años. Ahora encontrar esos clientes con esa edad, con ese interés y ese mismo entusiasmo, es difícil. Es algo que sabemos todas las galerías. El consumo de arte y de ocio ha cambiado. Se consume de una manera que es más de visita. Hay más comunicación, pero, sin embargo, en venta cuesta mucho más. Está todo muy concentrado en Madrid, como lo está en París y en Londres, por lo que todo lo periférico, que en su momento tuvo mucha preponderancia e influencia y tenía mucha visibilidad, se ha quedado más fuera del negocio. Y luego, sentíamos que habíamos cumplido un ciclo. Creemos que hay una labor bien hecha y que Altxerri se ha establecido en la memoria cultural de la ciudad.

¿Con qué se queda de todos estos años?

He estado en Altxerri como artista desde hace 38 años y conozco bien la casa. Luego me ofrecieron ser director y he estado estos tres últimos años y medio en una circunstancia compleja por el covid. Me quedo con una memoria bonita y muy entrañable de promoción del arte. Fui uno de los jóvenes artistas que entraron en la galería y he conocido el empeño de la galería en promocionar y establecer un lugar en favor de los artistas.

¿Qué huella cree que ha dejado Altxerri en la ciudad?

Creemos que ha dejado una huella importante porque fue la primera galería de estructura profesional. En Donostia había habido galerías anteriormente, como Barandiaran, que fue la sede del Grupo Gaur, pero en la época moderna, en la democrática por decirlo así, fue una galería profesional, estable, que se dedicaba exclusivamente a la promoción de artistas. Ha tenido una estructura mucho más seria y por eso ha durado 40 años con la presencia en ferias internacionales.

“Ha habido conversaciones y alguna oferta, pero no hay nada. No sabemos si habrá interés en seguir con el bar”

Altxerri ha estado presente en Arco, Chicago, Berlín...

Lo bueno que dejamos es que la marca de Altxerri, que se cogió el nombre de la cueva entre Aia y Orio, se ha implantado muy bien en el mundo del arte. Cuando dices galería Altxerri a nivel estatal tiene un nombre propio y todo el mundo lo conoce. Además, se ha llevado el nombre de Donostia por todo el mundo. Los nombres de Donostia y Altxerri están muy ligados y es una pareja de mucho cariño y reconocimiento cultural. Y con el bar de jazz lo mismo. Ese empeño en hacer una cava cosmopolita como había en París, Nueva York o Bruselas ha sido una marca para los músicos de todo tipo, pero principalmente de jazz. Mucha gente quiere actuar en Altxerri porque es un sitio emblemático. Hemos fijado ese nombre para una memoria cultural de la ciudad ligada al arte.

¿Los artistas, sobre todo, locales, se han preocupado por el cierre?

Cuando decidimos cerrar, lo primero que hice fue informar a los artistas de la galería. Ahora ya no se trabaja de manera exclusiva, pero hay muchos ligados a ella. Todos expresaron su pena y a la vez nos preguntaban si no se le podía dar una vuelta al proyecto y hacer otra cosa. El mundo del arte siempre tiene esa precariedad.

¿Nadie ha mostrado interés en recoger el legado de la galería o del bar?

No. La gestión del bar la lleva desde año y medio Dabadaba porque nos parecía que podían aportar un nuevo público. Ha habido algunas conversaciones y alguna oferta, pero, en principio, no hay nada. No sabemos si habrá interés en seguir por lo menos con el bar, que tiene licencia, con lo cual está activo y operativo.

Por Altxerri no solo han pasado artistas locales, también nombres importantes.

Sí. Ha habido artistas locales a los que se les ha impulsado hacia afuera y han conseguido ser artistas relevantes como Manu Muniategi, Amondarain, Iñaki Gracenea... Pero el esfuerzo que se hico hace muchos años en la galería fue precisamente el de traer artistas relevantes del panorama estatal y también extranjeros. Teixidor, Tapiès, Yturralde, Cardells, Plensa... Una nómina de artistas que no pasaban por Donostia ni por Euskadi. Además, con obra única. Se hablaba directamente con ellos. Altxerri siempre ha sido un destino que los artistas apreciaban porque así podían pasar unos días en Donostia (risas). Esa relación creó una buena amistad. Desde el principio hubo también una buena presencia de mujeres artistas. Han estado artistas como Carmen Calvo, Esther Ferrer, Elena Asins, Pamen Pereira, Eva Lootz... Muchísimas mujeres, pero de una manera natural por el interés de su obra. 

“A las instituciones les cuesta entender que, por un lado, somos un negocio y, por otro, damos un servicio cultural”

Ha mencionado la relación de Altxerri con Donostia pero, ¿cómo ha sido la relación con el Ayuntamiento, sobre todo en estos últimos años?

La relación con las instituciones nunca ha sido fácil porque les cuesta entender esta doble vertiente que tienen las galerías. Por un lado, somos un negocio. Una tienda, y lo digo así de claro. Tenemos una puerta que se abre y se venden cosas, pero, por otro lado, damos ese servicio cultural de promoción y de panorama de actualidad de arte. En las instituciones no es frecuente tener cinco o seis exposiciones al año. No terminan de entender eso y no saben cómo pueden apoyarnos. Es verdad que con la crisis del covid, y gracias también a que creamos la asociación de galerías de Donostia, hemos conseguido una mejor interlocución para decir que estamos aquí y que cumplimos un papel social. Puede ser muy arrogante, pero es así. El panorama de arte no lo muestran las instituciones con la misma frecuencia e intensidad que lo hacen las galerías. El Ayuntamiento se ha preocupado en los tres últimos años y nos ha apoyado con la creación de la marca Irekiak, pero, en general, hay que entrar en los programas establecidos y nuestro modelo es más anárquico. Necesitamos un cariño diferente (risas).

De cara al futuro, ¿cómo ve el panorama de las galerías en Donostia?

Quedan otras galerías y está la asociación, a la que se ha incorporado una nueva y quizás en el futuro haya otras. Hay otros empeñados en seguir, algunos con bastantes años y otros más recientes. La dificultad está en conseguir nuevos clientes y en fidelizar a la gente, algo que no es fácil. El éxito de Altxerri es cómo desde hace 40 años se acompañó y se enseñó con gente que a veces no tenía formación de arte, pero les gustaba y empezaban a comprar. Ahora, que hay más comunicación de arte y cobertura institucional, la compra ha disminuido. Han cambiado también las condiciones decorativas. Antes los arquitectos y los decoradores venían a la galería con los clientes y les decían qué podían comprar. Sin embargo, las tendencias posminimalistas dicen “vamos a tener casas vacías y muebles de diseño y nada más”. Espero, también por mi interés personal como artista, que vayan a seguir. 

¿Sabe qué va a hacer a partir del 1 de enero?

Sí. Me vuelvo a mi estudio, a mi obra y a mis proyectos de arte. Recuperar todo un poco, aunque todavía me costará desprenderme de la intensidad que ha sido Altxerri.