Viene al Teatro Gayarre con Nuestros actos ocultos, una obra mezcla de thriller, comedia negra y drama social que aobrda un concepto de familia poco habitual, muy alejado del ideal; aunque seguro que en todas las familias hay heridas, rupturas, soledades, vínculos rotos...

Sí, hay todos los tipos de familia posibles. Es verdad que en general la familia es un lugar complejo, donde está todo, representa quién eres, tu raíz, es de lo que no te puedes desprender, de alguna manera siempre va a formar parte de ti, y es lo que más nos mueve. En este caso en concreto hablamos de una familia bastante peculiar, muy desestructurada, que consta de una madre, Azucena, que es Carmen Machi, su hija Elena que soy yo, y tienen una relación contaminada y rota desde hace años, muy tóxica y muy difícil; y una tercera persona que es Patri, el personaje que interpreta Santi Marín, que es un medio hijo adoptivo, un miembro más de la familia y el que intenta unirlas.

¿Cómo definiría a Elena, su personaje en esta obra? Ha dicho que le está aportando mucho porque es complejo y diferente a lo que había hecho hasta ahora.

Sí. Pues Elena es una mujer que, por sus deseos, por sus pasiones, por su necesidad, no se ha sentido nunca querida ni vista por quien ella cree que tenía que quererla y verla, que es su madre, y al final ha encontrado su manera de sobrevivir viviendo el presente e intentando cumplir sus deseos de una manera bastante asalvajada, asilvestrada, y eso a veces le hace ser un poco egoísta y no tener en cuenta a los demás, o pasar por encima del resto para alcanzar sus sueños.

¿Ha sido un reto difícil dar vida a este personaje?

Ha sido un reto. Ella tiene una necesidad y una pulsión muy grandes con la maternidad, ella necesita ser madre, de una manera muy visceral, desde las tripas y sin pasar por la razón, y todo esto tengo que imaginármelo porque se aleja de mi manera de experimentar este tema, pero bueno, ha sido un trabajo de entender cuál es su pasado, cuáles son sus heridas, desde dónde viene esa necesidad, y para eso ha sido esencial el trabajo con el personaje de Azucena, con Carmen, un trabajo de mucha conversación. Pero lo más complejo ha sido que la obra está contada en flashback, en varias líneas temporales, es una especie de puzzle, y cuando el espectador la vea se dará cuenta de que tiene que ir resolviendo la historia y llenando los huecos. Entonces, nosotros vamos y venimos en cada escena en una línea temporal, y eso ha sido lo más complicado de hacer, pero a la vez lo más divertido y el mayor reto. Pasar de una energía y un momento vital muy concretos a uno que no tiene nada que ver, en un segundo. Yo estoy muy acostumbrada a hacer audiovisual y por lo general a dedicar tiempo a concentrarme, a estar conmigo, intentar entrar en el estado emocional del personaje... y en esta obra he tenido que practicar lo contrario, de un segundo a otro entrar en esta situación, en este imaginario y contar la historia que hay que contar. Ha sido un reto en parte difícil pero sobre todo muy apasionante y divertido y que me ha enseñado mucho.

“En cine y en audiovisual hay una nueva generación de creadores que está contando cosas que nos atañen y representan a todos”

¿Cómo está siendo el trabajo con Carmen Machi? Ya fue su madre en la exitosa serie La Mesías.

Está siendo maravilloso. En La Mesías tuvimos la oportunidad de currar juntas pero muy poquito, solo tres o cuatro días, y ya lo disfrutamos muchísimo, nos dimos cuenta de que nos entendíamos, yo que la he admirado toda la vida lo disfruté un montón, y ahora estamos teniendo la oportunidad de experimentarlo con calma, de conocernos más y yo de estar con la lupa viendo cómo trabaja y maravillándome.

Nuestros actos ocultos, que tiene sus raíces en Yerma de Lorca, es una oda a la frustración, algo de lo que no nos hablan, para lo que no nos preparan. En la infancia no se nos dan las herramientas necesarias para ello. 

–Sí, en concreto habla de estas tres personas que están intentado salir adelante y de alguna manera ser felices sin ninguna herramienta. Los tres tienen la necesidad de alcanzar algo, ya sea laboral, familiar o de encontrar su lugar en el mundo o llenar un vacío, y sus intentos son bastante frustrados durante mucho tiempo. En concreto Lautaro quería hablar de esto, de los artistas como el personaje de Azucena, una pianista muy talentosa pero para la que no se han dado las circunstancias para desarrollar su talento y encontrar su camino. Quería hablar de todas esas personas que lo intentan pero que las circunstancias o la situación no les acompañan.

También se aborda la maternidad desde un punto de vista poco habitual; no es común visibilizar madre que se cuestiona su maternidad, y seguro que en la realidad pasa, sobre todo con las dificultades que conlleva llevar adelante una maternidad sana, conciliar... esta sociedad capitalista no lo pone nada fácil.

Claro, sí. Efectivamente, existen miles de maneras de entender y experimentar la maternidad, y no estamos tan acostumbrados a mostrar ciertos tipos de maternidades, y creo que es batante valiente y interesante esto que hace Lau, y a mí es de lo que más me interesa de la obra: ver a dos mujeres que se enfrentan a la maternidad desde lugares tan diferentes, una desde un deseo y una necesidad y una certeza de que ser madre es lo que le va a dar sentido a su vida, y la otra desede una madre que en realidad no quiso ser madre, que no puede soportar a su hija y siente que su hija en realidad le destrozó la vida, rompió con su matrimonio y con sus sueños. Entonces hay conversaciones entre estas dos mujeres que son duras porque hablan de algo duro y complejo, y está bien que se cuente también.

“Los abusos a las mujeres se dan en el cine, y en toda la sociedad; esto tiene que acabar, hay que ir a la raíz con todas las fuerzas posibles”

También hay hueco para la risa en medio de la tragedia, eso tiene que ser todo un arte, sacar una sonrisa o risa al espectador en una historia tan tormentosa...

Ya, sí, sí. Ya pasaba en el guion, leyéndolo yo veía es un drama familiar atravesado por un thriller, pero el personaje de Azucena tiene frases escritas de una manera magistral por Lautaro y es muy ácido y muy divertido. Y ya en la escritura era muy divertido, pero claro, puesto en pie y en boca de Carmen, ya es brillante. Hay momentos que son muy muy divertidos, pero no porque se quiera conseguir la comedia, que es lo que a mí me gusta de esta obra, porque de hecho no nos esperábamos la risa en público, es porque hay situaciones que tienen comedia o porque hay algo del carácter que tiene comedia.

Ha dicho antes que está más acostumbrada al audiovisual. ¿Qué le aporta el teatro, el contacto en vivo con el público?

Pues estoy aprendiendo mucho a no querer llegar a un resultado concreto y aceptar que cada función es un mundo, y a no querer copiar o emular lo que pasó en la función que yo consideraba buena... Este es un buen ejercicio que me puedo llevar a la hora de interpretar luego en audiovisual, de estar en el presente y descubrir en cada momento qué está pasando, encontrar la verdad ahí. Eso es un regalazo que me está dando el teatro. Y luego que hay algo de la manera de trabajar de Lautaro desde la libertad, porque nos deja añadir alguna cosa, improvisar un poquito para que esté vivo el texto y podamos estar muy conectados entre los tres. Para que sea una historia que de verdad pase por los tres y esté basada en lo que está pasando en el presente; eso a mí me está resultando una práctica maravillosa para estar en el aquí y el ahora.

Desde la pandemia, además, el teatro cobra un sentido renovado y más valor si cabe: ese ritual de reunión colectiva en torno a las emociones...

Sí, es verdad. Es emocionante, ahora que hemos estado en Madrid en Matadero tres semanas, y estaba el teatro lleno a diario...Yo me emociono antes de empezar cada función: guau, toda esta gente se ha comprado su entrada, ha llegado el día, se ha movido, ha venido al teatro y viene con ilusión, con ganas de que les contemos una historia, de estar con nosotros, de esa conexión que solo se vive en el teatro y que es mágica e irrepetible. Sí, hay algo de comunión, de ritual, que no se puede comparar con nada.

“La familia es un lugar complejo, donde está todo; representa quién eres, es la raíz de la que no te puedes desprender”

¿Cree que goza de buena salud el teatro ahora en España?

Yo creo que se están haciendo cosas maravillosas ahora mismo, hay creadores muy interesantes. En general en todo lo que tiene que ver con la cultura, también lo veo en el cine, en audiovisual, que hay una nueva generación que está contando cosas que nos atañen a todos, hay más voces que nos hablan y nos hacen sentir representados a todos.

¿Cómo ve las plataformas? Son una salida, una ventana a mucho público, pero también dictan de alguna manera lo que vende, las tramas y temáticas que funcionan... ¿Eso puede restar libertad a la hora de crear?

Bueno, yo creo que por un lado la existencia de las plataformas nos está dando a los actores muchas oportunidades, pero como dices también está este tema de los algoritmos, de que te pidan que te ciñas a lo que ellos han estudiado y consideran que funciona. Esto pasa, pero creo que hay otra línea de un montón de creadores que están desarrollando sus proyectos independientemente de eso, que también tienen cabida y que dan ahí un chute de ficción interesantísima y diferente y que responde de verdad a una voz propia y que luego nos representa, porque está comprobado que al final lo que nos habla no tiene que ver con un algoritmo. La Mesías es un caso muy claro; dejaron libertad a mi hermano y a Javi para hacer su obra y no se ciñeron a ningún tipo de esquema de lo que funciona o no funciona, pusieron todo su corazón en contar su historia y en querer contar algo importante, y al final al público le interesa esto, es que el público es muy listo.

La pasada gala de los Goya fue una reivindicación del fin de los abusos en el cine, ¿cómo ve el tema y la lucha por acabar con esta lacra?

Los abusos se dan en toda la sociedad, por supuesto. En el cine existen, y en todos los ámbitos. Es todavía un problema social importantísimo, un problema estructural gravísimo y, bueno, parece que estamos en un momento en que las mujeres estamos atreviéndonos a hablar, ahora mismo el tema está en el centro del debate y es un momento en que ya nos hemos cansado y esto tiene que acabar. Las mujeres empezamos a sentir que podemos expresarnos y que vamos a estar sostenidas si lo hacemos, que hay una red que te va a arropar, que hay un lugar. Dentro de eso hay algo de esperanza, pero claro, todavía nos damos cuenta de que, guau, hay mucho por hacer y de que es un problema social que requiere de mucho trabajo, de políticas, de educación... Hay que ir a la raíz con todas las fuerzas posibles.