De su primer disco, Aprendiz, la cantante vendió más de 1 millón de ejemplares.

Cumple ahora veinticinco años de carrera, por lo que ya tiene una amplia experiencia en el mundo de la música. No sé si, en una industria tan cambiante como esta, se sigue considerando una aprendiz.

–Con el tiempo te vas dando cuenta de que lo que verdaderamente te motiva, tanto en la música como en la vida, es la capacidad de seguir aprendiendo. Si no, sería un coñazo. Al final, yo creo que la música no es tan cambiante, sino que va pasando por distintas etapas, pero la base de la música siempre es la misma: sus raíces, sus formas… Lo que cambia es la forma en la que nos acercamos a ella, los formatos.

Es cierto. Su disco de debut, ‘Aprendiz’, estuvo más de un año en las listas de éxitos y vendió más de un millón de copias. Esas cifras hoy parecen de ciencia ficción.

–Lo que más ha cambiado en la música ha sido la manera de consumirla, de acceder a ella. Cuando empecé, todavía se vendían discos; de hecho, se vendían muchas cintas, era cuando el CD estaba empezando a hacerse fuerte. Aquella era la forma de acceder a la música: tenías que esperar a que abriesen las tiendas, comprarte tu disco, el único formato que existía era el físico… Es probable que ahora, con el streaming, se consuma incluso más música que antes, pero el formato es totalmente distinto. El éxito es relativo, puede seguir siendo el mismo, pero de forma diferente, con otros números.

Desde el principio demostró tener una personalidad fuerte. En 2003, cuando grababa su disco ‘Otra piel’, tuvo problemas con el productor, pero al final consiguió que su criterio prevaleciera. ¿Le ha costado mucho hacerse respetar como artista y defender su independencia creativa?

–Es un proceso de aprendizaje, tienes que encontrar un equilibrio. Cuando tienes clara una cosa, vas a por ella, y cuando no la tienes tan clara, pides opiniones y buscas consejos. Creo que en mi carrera la balanza siempre ha estado muy equilibrada. Aunque aparentemente, quizás por esa personalidad fuerte, pueda parecer que hago siempre lo que me da la gana, lo cierto es que cuento mucho con mi equipo, me importa muchísimo su opinión. Creo que esa es una buena fórmula de trabajo. Para eso te rodeas de un equipo tan grande, no tendría sentido tenerlo cerca y no escucharlo.

Estos veinticinco años han sido muy intensos, apenas ha parado, y cuando lo ha hecho, ha sido por fuerza de mayor, problemas de salud y similares.

–Sí. Han sido unos años de mucha intensidad y mucho trabajo. Amo la música. Y amo el escenario por encima de todo; por encima de discos y de toda esa parte creativa de canciones, músicas, letras… Amo subirme a un escenario, es el lugar donde me sé expresar, donde saco todo lo que llevo dentro. Ha sido mi terapia durante muchísimos años, allí puedo contar y cantar las cosas de la única forma que sé hacerlo.

Para celebrar estos primeros veinticinco años de carrera ha publicado un disco, ‘A todo sí’. ¿Cuál es el sentido del título? Se suele decir que con el tiempo uno va aprendiendo a decir que no…

–Para mí, el aprendizaje me ha llevado más al sí, a avanzar un sí. Luego siempre hay tiempo para decir que no. Durante toda mi vida, siempre he tenido un control enfermizo, mucha autoexigencia, mucho cuidado de que todo estuviese bien… Era muy nocivo para mí. Una de las cosas que me han liberado en la vida ha sido soltar la cuerda, decir a todo que sí y luego ya veremos si hay que decir que no a algo. A mí me mandan unos emails que parecen pergaminos, en los que tienes que tomar como setenta y cinco decisiones. Siempre los leía, preguntaba cosas, ponía objeciones… Quería tener el control de todo. Ahora he dejado de hacerlo, ya ni los leo. Simplemente digo: a todo sí. Y así he encontrado la llave para estar en paz y disfruta el momento.

¿Diría entonces que ahora disfruta más que antes?

–No, no… No es que ahora disfrute más, es que ahora disfruto (risas). Antes no disfrutaba en ningún momento (risas). Por lo que te digo: demasiada exigencia, demasiada presión… Me ponía muchísimas piedras en la mochila. No puedes ser feliz cuando te pasas la vida examinándote a ti mismo. Ahora he soltado, soy menos controladora, y estoy muchísimo más feliz. Porque disfruto de lo que hago en cada momento, no estoy en el concierto de ahora y pensando en lo que voy a hacer dentro de un mes. La teoría es fácil, pero llevarlo a la práctica no es tan sencillo.

Usted lo sabría, porque viene de familia de artistas, pero la gente suele tener una idea muy idealizada del mundo de la música y no es consciente de todo el trabajo que hay detrás, ¿no?

–Hay mucho sacrificio. Yo venía de una familia de artistas, como bien has dicho, y precisamente por eso conocía el medio, y precisamente por eso el respeto, el miedo y la exigencia que me ponía a mí misma eran mayores. Tenía que estar a la altura de los grandísimos artistas que he tenido en mi casa; los que corren por mis venas y los que he visto porque venían mucho. Eso es un plus de exigencia. Es algo bonito, porque, pasen los años que pasen, ese respeto al escenario lo traigo de cuna, me venía ya en la sangre. Esa es una de las bases más sólidas que se pueden tener. Pero es cierto que no es un camino fácil, para nada. Aparentemente es todo muy bonito porque tratamos de crear un mundo para ti, ofrecemos algo para que tú te sientas bien, para que te sientas cómodo, algo que te acompañe en los momentos buenos y en los malos. La apariencia de la música, del glamour y de toda esa grandiosidad es muy idílica, pero es muy duro. Hay muchísimo trabajo detrás y hay sufrimiento. También hay momentos de felicidad inmensa y de exaltación del éxito. Es un mundo complejo.

Estuvo rodeada de artistas en la cuna y lo sigue estando en su nuevo disco: Ana Mena, Melendi, Manuel Carrasco, Niña Pastori, Alejandro Sanz, Pablo Alborán… ¿Ha sido difícil reunirlos a todos?

–Parecía que iba a ser muchísimo más complicado de lo que luego fue. Normalmente es muy difícil trabajar con tantos artistas por los tiempos, uno que no puede, otro que está fuera… Tú tienes unas fechas y a veces no cuadra. A mí siempre me ha dado mucha vergüenza pedir cosas a mis compañeros. Las colaboraciones que había hecho hasta ahora, siempre había sido porque me las habían pedido a mí, a mí siempre me ha costado pedirlas. Esta ha sido la primera vez que he levantado el teléfono para pedir, y ha sido muy bonito, porque las respuestas de todos han sido sí, antes de saber ni qué era, ni cómo, ni con quién, ni qué canción…

Vamos, que le dijeron “a todo sí”.

–(Risas). Sí, eso es. A todo sí, eso me dijeron. Ha sido muy emocionante, he llorando mucho con este disco, pero de emoción.

Está acostumbrada a tocar en grandes recintos, pero esta gira es por teatros y auditorios. ¿Le apetecía recuperar la cercanía con su público?

–Me apetecía mucho. Quería bajarme del formato estrés, que es maravilloso, pero es un estrés, y masticarlo todo. Al irte a este formato, tienes la posibilidad de jugar con la música de otra forma. Puedes ver a la gente más cerca, los disfrutas desde un lugar más próximo, incluso les puedes llegar a tocar la mano. Los teatros y los auditorios te permiten un silencio muy sepulcral para la música. Llevábamos muchísimos años sin hacer algo así, y te puedo decir que está siendo la gira más bonita, o, por lo menos, la que más estoy disfrutando. Hablábamos ya de irnos a verano, y yo les decía que quiero seguir aquí. Yo quiero quedarme aquí (risas).

Aunque los conciertos se desarrollan en teatros de menor aforo que lo que acostumbra, la producción sigue siendo muy potente.

–Claro. Hay una adaptación evidente por temas de espacio, de magnitudes y de alturas, que en estos recintos están más limitados. Pero seguimos manteniendo ese show dinámico en lo visual y en lo musical. El hecho de irnos a este formato no hace que bajemos el nivel. Llevamos nueve músicos y cada uno tiene su momento. Hacemos un recorrido cronológico, es muy bonito, porque recuperamos canciones que no tocábamos desde hacía muchísimo tiempo. Lo estoy disfrutando mucho, estoy encantada.