En los diferentes ámbitos en los que se desarrollan las cooperativas: salud, agricultura, producción, comercio minorista, finanzas, vivienda, trabajo, educación, servicios sociales… los más de mil millones de miembros cooperativos en todo el mundo siguen demostrando que los valores cooperativos de autoayuda y solidaridad y los valores éticos de responsabilidad social y sentimiento de comunidad son claves en la coyuntura actual.

Andra Mari Ikastola es ejemplo de dichos valores éticos de responsabilidad social y sentimiento de comunidad donde personas de diferentes generaciones, ideologías, credos…se han volcado y se siguen volcando para conseguir el bien común: una sociedad mejor educada y una sociedad más euskaldún.

Fieles a sus principios constitutivos, sociales y educativos las Ikastolas continúan contribuyendo y ofreciendo una enseñanza de calidad en Navarra. Representan el modelo de escuela laica, plural, solidaria, activa, innovadora y participativa arraigada en el territorio, que aprende a participar y compartir de forma democrática y que da gran relevancia al trabajo en red. Este modelo de escuela, surgido del pueblo y que trabaja para el pueblo, tiene como eje común su identidad cooperativa y el compromiso de hacer realidad su misión: educar niños/as y jóvenes en los valores cooperativos. Profesorado, personal no docente, padres y madres trabajan corresponsablemente para alcanzar los retos del proyecto educativo. Este carácter universal garantiza el derecho a la educación sin discriminación por razones económicas, políticas o sociales, así como por cualquier condición de origen o de sexo.

Las ikastolas cooperativas tienen vocación social. Trabajan para construir una sociedad mejor con valores de igualdad, equidad, honestidad, transparencia, solidaridad, responsabilidad, integración y transformación social, ofreciendo un servicio público-cooperativo y una enseñanza de calidad, dotando al alumnado de las herramientas para construir un proyecto de vida propio, para que en el futuro se conviertan en ciudadanos y ciudadanas críticos, socialmente responsables, democráticos y participativos.

Desde sus orígenes en la década de los 60 las Ikastolas son escuelas abiertas a todos y todas, sin filtros, inclusivas, donde la participación, la cooperación y la solidaridad forman parte de su identidad.

Las ikastolas cooperativas son innovadoras y pretenden cambiar las cosas para hacerlas mejor en todos los ámbitos, pensando en las personas, con la implicación en los proyectos, la creatividad, el uso de las tecnologías, el emprendimiento y todos los valores del cooperativismo como medios para desarrollar las mejores prácticas educativas, para hacer crecer el conocimiento y el aprendizaje personalizado de sus alumnos/as. La proximidad con las familias, la vinculación con el barrio, el pueblo o ciudad son una realidad con la vocación de construir una comunidad participativa desde un nuevo modelo de lo público que atienda, más que a la titularidad, a la relación administración-sociedad, considerando parte del sistema público proyectos populares sin ánimo de lucro, ubicados en la economía social y que conectan con los objetivos básicos del estado del bienestar en el ámbito educativo.

En estas cooperativas educativas, la autogestión, la autonomía y la independencia son claves para mantener la libertad y garantizar las metas y objetivos que se marcan tanto en el modelo educativo como en la gestión.

La escuela es un factor fundamental para que las lenguas minorizadas puedan sobrevivir y desarrollarse. Las Ikastolas lo saben muy bien. Es una condición indispensable para generar autoestima a sus hablantes y prestigiar su cultura e identidad. Los hablantes de lenguas mayoritarias, en ningún caso sentirán que su lengua es inferior o que no vale la pena usarla, aunque en la escuela les hablen en una lengua que no es la suya. 

La mayoría de las lenguas minorizadas del Estado ha mejorado su estatus y su vitalidad. La Europea de las Lenguas Minoritarias destaca la importancia de seguir ofreciendo la cantidad de horas suficientes en lenguas autonómicas, para su correcto aprendizaje y desarrollo. 

Todavía estamos lejos de un orden internacional que proteja la vida y el desarrollo de todas las comunidades humanas, de su personalidad y de su lengua. Los grandes siguen dominando a los pequeños. El desarrollo democrático supone la protección de las minorías. Las democracias avanzadas organizan el poder de manera que no sea posible que las decisiones de la mayoría puedan ser utilizadas contra los derechos de las minorías. 

Todas las lenguas son iguales en dignidad, igual que todos los seres humanos son iguales en dignidad. Es cierto que hay lenguas habladas por comunidades demográficamente muy amplias o que están favorecidas por el estatuto político de sus respectivas comunidades o por su riqueza económica o que son muy utilizadas por los científicos o lenguas con literatura escrita y con academias prestigiosas, pero ninguna de estas razones nos permite establecer jerarquías entre las lenguas. Todas podrían tener millones de hablantes, todas podrían ser oficiales, todas podrían convertirse en lenguas científicas.

En nuestro entorno las Ikastolas fueron y siguen siendo un instrumento decisivo para evitar el genocidio lingüístico con el euskera. Su propuesta de construir un mundo que reconoce y se recrea en el pluralismo cultural y lingüístico desde el euskera sigue siendo necesario. Llegó la hora de liberar a todas las lenguas de las acciones y de las omisiones que las convirtieron en minorizadas o en subordinadas. Sigue siendo necesario reparar las injusticias lingüísticas.

Director de la Federación Navarra de Ikastolas