Tres partidos han bastado (3-0 a Noruega, 2-1 en Escocia y 2-1 a Italia) para saber cómo va a ser la corta o larga era de Luis de la Fuente al frente de la selección: un vaivén de emociones. Cada vez que gana, la España mesetaria y sus medios de comunicación se echan a las calles a quemar un monigote de Luis Enrique; y cada vez que pierde, la otra España compara los méritos y éxitos del asturiano con los del funcionario sin currículum de la RFEF. Y mañana, ante Croacia, la siempre sorprendente Croacia, habrá más de lo mismo, pero con la ventaja para el míster riojano de que ganar el título le daría crédito y cuerda ya al menos hasta el Europeo 2024. El problema, visto el asunto alejado de esas dos trincheras, es que resulta difícil saber a qué juega ese equipo y, sobre todo, qué planes tiene contra el talón de Aquiles de la Roja en los últimos lustros: los rivales que se encierran atrás y salen como balas al contragolpe.