Llámenlo magia del fútbol o, mejor, del entrenador Gianni de Biasi, un italiano al que pusieron al frente de la selección de Albania. ¿Cómo hacer competitivo a un diminuto país con una mini Primera de apenas 10 equipos, con pequeños campos (entre 4.000 y 16.000 espectadores)? El truco fue sencillo: en Albania viven solo 2,7 millones de personas (poco más que en Galicia), pero repartidos no muy lejos –Kosovo, Macedonia, Grecia, Montenegro, sur de Italia, Croacia, Serbia, Rumania...– hay otros 6 millones. En un rastreo sistemático, el equipo de De Biasi localizó a los jugadores albaneses en la diáspora, los enroló en su selección... y la modesta Albania, a la que antes metían más goles que a Chipre o San Marino, se metió en la Eurocopa 2014 (¡Ganó su partido ante Rumania!). Y, ahora, a las órdenes del brasileño Sylvinho, irá también a la de 2024, por delante de checos y polacos. Cómo no admirar semejante rebelión de un modesto.