Borbón Lincoln

Los cortesanos de Diestralandia se superan cada año en su glosa a la parrapla navideña del Borbón que toque. “Ecos de Lincoln en un mensaje del Rey con tintes dramáticos”, titulaba Pedro J. Ramírez su patética pieza en El Español. De lisonja en lisonja, remataba así: “Ha sido el más significativo y trascendental desde el que pronunció el 3 de octubre de 2017, tras el golpe de los líderes del procés en forma de referéndum ilegal de independencia. Como en aquella ocasión, sus palabras no deberían caer en oídos sordos”.

Desbloqueador

Eso último fue a misa, según sostienen varios chupeteadores del coronado. El abracadabra del hijo del Campechano asilado en el Golfo desbloqueó la renovación del TC. Tal cual venía a contarlo, por ejemplo, el entregado editorialista de El Mundo: “El rey reivindicó con firmeza un regreso a los consensos constitucionales para “fortalecer” las instituciones. Eso se visualizó tres días después en la decisión del CGPJ”.

Y qué más da

Eso hay que aplaudirlo incluso aunque no fuera así, proclamaba Eduardo Álvarez en el mismo diario: “Tanto da si Felipe VI ha tenido mucho, poco o nada que ver de un modo directo con el desatasco del Constitucional. Lo que es incuestionable es que su Mensaje del 24 es el mejor discurso de Navidad desde que asumió el trono en 2014”.

Utilidad

Por ahí iba también el tenido como intelectual del recopón Fracesc de Carreras: “¿Esta decisión tuvo algo que ver con las advertencias del Rey en su discurso de Nochebuena? No lo sé, ni seguramente lo sabremos nunca con certeza. Pero me atrevería a apostar que sí. La Corona ha demostrado una vez más su utilidad en contraste con el desbarajuste en el que están sumidas en los últimos tiempos las demás instituciones políticas”.

¡Viva el rey, carajo!

Antonio Caño, exdirector de El País y hoy columnero en el digital The Objective, ponía el resumen y colorario: “El discurso del Rey vino de nuevo a rescatar al país de su incompetente clase política. El grito de ¡Viva el Rey! no está hoy reservado a los monárquicos tradicionales, sino que lo comparten muchos otros que quieren expresar simplemente su respeto a la única institución en la que ven representados con nitidez sus valores democráticos”. Faltaría más.