Hay mucho de ella en mí. Mucho de lo que sé y, supongo, aunque hay etapas vitales en que es más difícil de identificarlo y reconocerlo, bastante de cómo soy. El sábado pasé la tarde con mi madre y a la noche vi Cinco lobitos. Intento limitar al mínimo posible mi interpretación mágica del mundo, pero sigo pensando que ciertos acontecimientos estimulantes vienen de dos en dos y su coincidencia activa la comprensión intuitiva y automática de fenómenos que van más allá de lo personal.

Ella alterna periodos de ubicación sosegada con otros de desazón. El sábado pensaba que estaba en un lugar de tránsito y se preguntaba cómo iba a volver a casa. Le inquietaba no tener la cena preparada, la cena que en su día fue su responsabilidad y, también, le preocupaba qué iba a hacer yo, dónde iría. Mis respuestas no le servían y me preguntó, entonces, ¿quién está fuera de lugar?

Salí de la visita con la pregunta enganchada y unas horas después me senté a ver la película sin saber que no iba a poder soltarla. La película es un prodigio de evidencias, al menos para hijas y madres, y admite adentrarse en ella con la pregunta puesta. Va de muchas cosas, una de ellas la responsabilidad de cuidar. En el cuarteto protagonista, esta queda en la parte de las mujeres, que han de confrontarse, resituar su relación y su manera de mirarse y entenderse. Mi madre nunca lo dijo así, pero siempre he sido consciente de que en su visión del mundo los hombres eran seres ambivalentes, poderosos, importantes, pero con una incapacidad que les hacía necesitar de alguien que, sin grandes alharacas, les acolchara el mundo, lo hiciera transitable, les dispensara de un trabajo necesario. Queda tan claro en la película. Bendita pregunta.