La imputación penal del expresidente norteamericano Donald Trump, decidida por el gran jurado de Nueva York por haber pagado 130.000 dólares a una actriz porno con el objetivo de comprar su silencio, ha vuelto a sacudir la política y a la sociedad de Estados Unidos, fuertemente polarizadas con la vista puesta ya en las próximas elecciones presidenciales del año que viene. Ser el primer expresidente en la historia de EE.UU. en ser imputado es un dudoso honor que refleja bien la forma de actuar del magnate neoyorquino. La causa por la que Trump será probablemente detenido en los próximos días puede parecer nimia y su cuantía económica incluso muy baja en comparación con las múltiples acusaciones de diversa índole, pero en todo caso muy graves, que afronta o deberá afrontar. Es necesario deducir, sin embargo, que se trata de un caso de corrupción que pervertiría el proceso electoral por cuanto lo que Trump trató de evitar a toda costa es que la ciudadanía conociera sus eventuales devaneos sexuales para que no le perjudicase en las urnas. Es decir, se trata de corrupción. Por contra, tanto el expresidente como el Partido Republicano tratan de desviar el fondo de la cuestión haciéndolo pasar como una “persecución política” del Gobierno demócrata, una “caza de brujas” contra la oposición y un posible rival electoral y, en definitiva, un “ataque al país”. No cabía otra posible reacción por parte de Trump, que ha demostrado una extraordinaria capacidad en el arte de la manipulación y la difusión de mentiras y mensajes conspiracionistas. La imputación, en todo caso, va a tener un extraordinario impacto en Estados Unidos, que a buen seguro se sentirá también en el resto del mundo. En un país muy dividido, esta situación, absolutamente inédita, va a polarizar aún más a la ciudadanía y a la clase política. La fractura social no es descartable en este escenario, toda vez que Trump, con su gran capacidad y sus oscuras maniobras populistas, está tratando de utilizar esta causa en su propio beneficio, mostrándose como la víctima de un sistema presuntamente ilegítimo y “antiamericano” para impulsar definitivamente su candidatura para alcanzar de nuevo la Casa Blanca. El riesgo de este populismo de extrema derecha a múltiples escalas es enorme y no será fácil pararlo.