Que la alcaldesa –la actual, la que hoy ejerce como tal– agrada al personal es cuestión de pareceres, depende de a quien preguntemos y nunca mejor dicho que la cosa va por barrios. La cuestión es que han aparecido en varios puntos del Ensanche de Pamplona unas pintadas con la cara de la primera edil –la actual, la que hoy ejerce como tal– acompañada de la leyenda en rima asonante “Ibarrola mola”. Tiene su gracia. La tiene porque la regidora –ya sabemos cuál– presentó hace unos días una unidad de limpieza exprés para dar respuesta inmediata a los avisos ciudadanos sobre desperfectos en mobiliario, alumbrado y limpieza y muchos tienen curiosidad por ver si manda borrar estos dibujos de apoyo. Pero también tiene su chispa en tanto que, al menos en mi calle, el lavado y repintado de fachadas y demás dura menos que aquello del caramelo y la puerta de un colegio. No hace mucho, andaban los de la citada brigada pasando el rodillo a una gran persiana plagada de grafitis hasta dejarla azul, toda azul. Duró impoluta menos de una semana. Es un trabajo de poco lustre. Te esfuerzas, convencida de que gracias a tu labor la ciudad lucirá mejor porque te ves en mayoría en la defensa del orden y la pulcritud y, de la noche a la mañana, todo aparece pintarrajeado. No sé si me explico.