El asunto es escandaloso pero, a saber por qué, no se ha liado parda: la Agencia Española Antidopaje, bajo la dirección de José Luis Terreros, tramitó los controles de manera tan irregular que varios positivos quedaron sin castigo y en otros casos se anularon las sanciones.

Y ha hecho falta la valiente denuncia de una funcionaria para que la Agencia Mundial le dé un serio toque al gobierno español y para que éste destituya a Terreros, al que la Fiscalía General investiga para saber si cometió una infracción administrativa o un delito penal.

La benevolencia con la que en España se ha tratado y trata el tema –en eso sí que hay pocas diferencias entre los gobiernos del PP y los del PSOE, que al respecto dicen mucho pero luego arrastran los pies– no deja de asombrar en el mundo civilizado. Por mucho que los responsables políticos se rasguen las vestiduras cada vez que se les dice, se les recuerda, que este país es un paraíso del dopaje.